Dios está airado con los que siguen una conducta que nos hace odiar por el mundo. Si a un creyente se le odia por sus buenas obras y por seguir a Cristo, tendrá recompensa. Pero si se le odia porque no se conduce en forma que inspire amor, o por sus modales incultos, porque hace de la verdad un motivo de disputa con sus vecinos y hace del sábado una molestia para ellos, es una piedra de tropiezo para los pecadores, un oprobio para la verdad sagrada, y a menos que se arrepienta, sería mejor que se atase una piedra de molino al cuello y se arrojase al mar.
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Hay en la naturaleza humana una tendencia a ir a los extremos, y de un extremo a otro completamente opuesto. Muchos son fanáticos. Los consume un ardiente celo que toman equivocadamente por religión; pero el carácter es la verdadera prueba del discipulado. ¿Tienen la mansedumbre de Cristo? ¿Tienen su humildad y dulce benevolencia? ¿Han despojado el centro de su alma del orgullo, la arrogancia, el egoísmo y la censura? Si no lo han hecho, no saben de qué espíritu están animados. No comprenden que el verdadero cristianismo consiste en llevar mucho fruto para la gloria de Dios.
Otros van a un extremo en su conformidad con el mundo. No hay una línea de separación clara y distinta entre ellos y los mundanos. Si en un caso los hombres son ahuyentados de la verdad por un espíritu de censura duro y condenatorio, en este otro se ven inducidos a concluir que el cristiano profeso carece de principios, y no conoce cambio de corazón o de carácter. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16), son las palabras de Cristo.*****
El Señor requiere que su pueblo emplee su razón y no la ponga a un lado en favor de las impresiones. Su obra será inteligible para todos sus hijos. Su enseñanza será tal que se recomiende al entendimiento de los espíritus inteligentes. Está calculada para elevar la mente. El poder de Dios no se manifiesta en toda ocasión. La necesidad del hombre es la oportunidad de Dios.
Cuando los que han presenciado y experimentado falsas manifestaciones quedan convencidos de su equivocación, Satanás saca ventaja de su error, y se lo recuerda constantemente, para inspirarles temor a toda manifestación espiritual; y de esta manera procura destruir su fe en la verdadera piedad. Debido a que estuvieron una vez engañados, temen hacer cualquier esfuerzo por medio de la oración ferviente a Dios en busca de ayuda especial y victoria. Los tales no deben permitir que Satanás consiga su objeto y los arroje en el frío formalismo e incredulidad. Deben recordar que el fundamento de Dios permanece firme. Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso. Su única seguridad consiste en asentar los pies en la plataforma firme; en ver y comprender el mensaje del tercer ángel, en apreciar, amar y obedecer la verdad.