EN GUARDIA FRENTE A LAS TRETAS DE SATANÁS
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe. (1 Ped. 5: 8, 9).
Cada alma esté alerta. El adversario os sigue los pasos. Vigilad, observando diligentemente, no sea que una trampa maestra, cuidadosamente oculta, os sorprenda desprevenidos. Presten atención los descuidados e indiferentes, no sea que el día de Dios los sorprenda como ladrón en la noche. Muchos se apartarán de la senda de la humildad y, despojándose del yugo de Cristo, avanzarán por senderos extraños. Enceguecidos y confundidos, dejarán la senda estrecha que conduce a la ciudad de Dios. . . El que venza, debe velar; porque, mediante los lazos del mundo, el error y la superstición, Satanás trata de apartar a los seguidores de Cristo. No basta que evitemos los peligros evidentes y las decisiones peligrosas e inconsecuentes. Debemos mantenernos al lado de Cristo, caminando en su sendero de abnegación y sacrificio. Estamos en el país del enemigo. El que fue arrojado del cielo ha descendido con gran poder. Mediante todo artificio y estratagema concebible, está tratando de cautivar almas. A menos que estemos constantemente en guardia, seremos presa fácil para sus innumerables engaños.*
Todo está actualmente revestido de una solemnidad que cada creyente en la verdad para este tiempo debiera percibir. Debieran obrar teniendo en vista el día de Dios. Los juicios de Dios ya están por caer sobre este mundo, y necesitamos prepararnos para ese gran día.
Nuestro tiempo es precioso. Disponemos de pocos, muy pocos días de prueba, en los cuales podemos prepararnos para la vida futura e inmortal. No tenemos tiempo para dedicarlo a movimientos sin sentido. Debiéramos temer contentarnos con sólo rozar la superficie de la Palabra de Dios.*
Si todo vuestro interés reside en la verdad y en la obra de preparación que debe ser hecha en este tiempo, seréis santificados por medio de la verdad y recibiréis idoneidad para participar de la inmortalidad. . . La obra cabal de preparación debe proseguir con todos los que profesan la verdad, hasta que estemos frente al trono de Dios sin falta, ni mancha, ni arruga, ni cosa semejante.
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