RECETA PARA LA
SALUD
"¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y
tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber!" Ecl.
10: 17.
Coma a intervalos regulares. Mediante sus hábitos erróneos
relativos a la alimentación, usted se está preparando para sufrir en el futuro.
No es siempre prudente aceptar invitaciones para comer, aun de sus hermanos y
amigos, que quieren hacer ante usted un despliegue de muchas clases de platos.
Usted sabe que puede ingerir dos o tres clases de alimentos por comida, sin
perjudicar su aparato digestivo.
Cuando se lo invite a comer, descarte
la gran variedad de alimentos que sus anfitriones ponen ante usted. Tiene que
hacerlo si quiere ser un centinela fiel. Cuando se nos sirve alimento que, si lo
comemos, recarga nuestros órganos digestivos con horas de duro trabajo, no
debemos aceptarlo, y si lo comemos, no culpemos de los resultados a los que lo
pusieron delante de nosotros. Dios espera que resolvamos comer sólo lo que no
cause trastornos al aparato digestivo.
A veces no combinan los distintos
alimentos que llegan al estómago, y como resultado de ello fermentan. Esto
provoca muchos trastornos estomacales. Aliméntese con comida sana y a intervalos
regulares. No llene el estómago con una gran variedad de alimentos en una sola
comida.
No me atrevo a decirle a usted ni a nadie que sólo deben tomar
dos comidas por día, pero sí puedo decir que no hay que poner demasiada comida
en el estómago en una sola ocasión, porque si se lo hace no podrá realizar
correctamente su tarea. Para muchos tres comidas por día son mejor que dos.
Durante treinta años sólo he comido dos veces por día, y no he comido
nada entre comidas. Sé por experiencia personal que es posible tomar dos comidas
diarias de manera que esto sea perfectamente conveniente. Pero nadie debe hacer
de su propio caso un criterio para los demás. Cada cual debe estudiar
cuidadosamente su organismo, para saber cómo tratarlo inteligentemente, y para
asegurarse de que la intemperancia en el comer no destruye sus fuerzas vitales.
Cada cual debiera saber por sí mismo cómo cuidar apropiadamente la máquina
humana, porque nadie más lo puede hacer por él ( Carta 324 , del 27 de noviembre
de 1905, dirigida al pastor W. W. Simpson, evangelista en Los Ángeles,
California).