domingo, 9 de diciembre de 2012

Cada día con Dios.Elena G. de White

LA TESTARUDEZ IMPIDE TODO PROGRESO


"Por cuanto conozco que eres duro, y barra de hierro tu cerviz, y tu frente de bronce." Isa. 48: 4.

La testarudez es un mal rasgo del carácter, y si no se la vence, puede hacer mucho daño. El testarudo nunca cede cuando se trata de sus propios conceptos e ideas. La causa de la testarudez es la estrechez de mente. Hay hombres de gran capacidad intelectual que han permitido que la testarudez llegue a formar parte de su carácter, y no quieren creer que algo sea correcto porque no se originó en ellos.

La testarudez impide todo progreso. El obstinado no se convence fácilmente de nada cuya vista no logra abarcar. No sabe lo que significa andar por fe. Se aferra a sus propios planes y opiniones, sean correctos o incorrectos, porque ya ha adoptado esos conceptos. Puede tener cantidad de razones para verificar que está errado; sus hermanos pueden elevar sus voces contra las opiniones y los métodos que quiera aplicar para el éxito de la obra, pero él erige en su corazón una barrera prácticamente inamovible contra la convicción. . . Insinuará conceptos que no dispondrán del apoyo ni de la experiencia ni del juicio de hombres que son en todo sentido tan inteligentes y tan sabios como él. Presentará sus argumentos como si conociera el fin desde el principio, y expondrá sus ideas como si fueran la última palabra. El yo ha sido por tanto tiempo el elemento dominante, que el pobre hombre considera que es virtud sostener, según él cree, sus propias opiniones. Si no se siguen sus planes, a cada momento presentará objeciones, ya sea en asuntos importantes o de menor cuantía. Se aferrará a sus palabras, no importa si son verdaderas o totalmente falsas. Esta costumbre, repetida a menudo, se convierte en un hábito arraigado, y llega a formar parte del carácter. . .

Si dos o tres han hecho de la crítica su sabiduría, y acostumbran a oponerse a casi todo, el mejor de los proyectos será tratado en un nivel muy bajo. Esas personas son capaces de sembrar más semillas de duda de las que quisieran ver madurar para la cosecha. . .

Al Señor no le agrada que este espíritu impida el progreso de la obra y lo eche a perder. Llama a hombres para que hagan su voluntad, hombres que se dejen dirigir por el Espíritu Santo ( Manuscrito 159 , del 8 de diciembre de 1898, "No habléis mal de nadie").

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