EL APÓSTOL Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses, predijo la gran apostasía que daría como resultado el establecimiento del poder papal. Declaró que el día de Cristo no vendría, "sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios". Y más adelante advirtió a sus hermanos acerca de que "ya está en acción el misterio de la iniquidad" (2 Tes. 2: 3, 4, 7). Ya en aquella época vio cómo se introducían subrepticiamente en la iglesia los errores que harían de preparar el camino para el desarrollo del papado.
Poco a poco, al principio con cautela y en silencio, y más tarde en forma más abierta, el misterio de la iniquidad llevó a cabo su obra engañosa y blasfema, y aumentó su fortaleza para lograr el dominio de las mentes de los hombres. Casi imperceptiblemente las costumbres paganas se introdujeron en la iglesia cristiana. El espíritu de transigencia y conformidad fue restringido por un tiempo por causa de la fiera persecución que sufrió la iglesia bajo el paganismo. Pero cuando la persecución cesó, y el cristianismo entró en las cortes y los palacios de los reyes, la iglesia puso a un lado la humilde sencillez de Cristo y los apóstoles, para adoptar la pompa y el orgullo de los sacerdotes y gobernantes paganos; y en lugar de los mandamientos de Dios puso teorías y tradiciones humanas. La conversión nominal de Constantino a principios del siglo IV causó gran regocijo, y el mundo, recubierto con el manto de la justicia, se introdujo en la iglesia. De allí en adelante la obra corruptora progresó rápidamente. El paganismo, vencido en apariencias, fue realmente el vencedor. Su espíritu dominó a la iglesia. Sus doctrinas, ceremonias y supersticiones llegaron a formar parte de la fe y el culto de los profesos seguidores de Cristo.
Esta mezcla de paganismo y cristianismo dio como resultado el desarrollo del hombre de pecado predicho en la profecía, que habría de oponerse a Dios y exaltarse sobre él. Ese gigantesco sistema de religión falsa es la obra maestra del poder de Satanás; un monumento a sus esfuerzos por ocupar el trono y gobernar la tierra de acuerdo con su voluntad.
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