jueves, 20 de marzo de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Trabajar fielmente donde se esté

De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que ya no nos juzguemos más los unos a los otros.
Romanos 14:12, 13.

Cuando hicimos todo lo que pudimos, debemos contarnos como siervos inútiles. No hay lugar para el orgullo en nuestros esfuerzos, porque dependemos a cada momento de la gracia de Dios y no tenemos nada que no hayamos recibido. Dice Jesús: “Separados de mí, nada podéis hacer”. Juan 15:5.

Somos responsables sólo por los talentos que Dios nos ha concedido. El Señor no reprocha a los siervos que han duplicado sus talentos, que han hecho conforme a su habilidad. Los que demuestren así su fidelidad pueden ser felicitados y recompensados; pero los que haraganean en la viña, los que no hacen nada, o hacen en forma descuidada la obra del Señor, por medio de su trabajo ponen de manifiesto cuál es su interés real en la obra a la cual han sido llamados... El talento que se les dio para la gloria de Dios y la salvación de las almas ha sido despreciado, y se ha hecho un mal uso de él. El bien que podría haber hecho queda incompleto, y el Señor no puede recibir lo que es suyo con los intereses.
Que ninguno se queje porque no tiene mayores talentos para emplear en el servicio del Maestro. Mientras usted se muestre insatisfecho y quejoso, está perdiendo el tiempo precioso y malgastando oportunidades valiosas. Agradezca a Dios por las habilidades que tiene, y ore para que pueda ser capacitado para hacer frente a las responsabilidades que le han sido confiadas. Si desea una utilidad mayor, vaya a trabajar y adquiera aquello por lo que se lamenta. Vaya a trabajar con una paciencia firme, y haga lo mejor que pueda sin tener en cuenta lo que hacen otros. “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. Romanos 14:12. Que no sean sus pensamientos ni sus palabras: “¡Ojalá que tuviera una obra más importante! ¡Ojalá que estuviera en esta o aquella posición!” Cumpla con su deber donde esté. Invierta lo mejor posible los dones que le fueron confiados en el lugar donde trabaja y así servirá mejor al Señor. Deseche toda murmuración y toda lucha. No trabaje por la supremacía. No envidie las capacidades de otros, porque eso no aumentará su habilidad para hacer una obra mejor o más grande. Use su don con mansedumbre, humildad y fe, y espere hasta el día del ajuste final de cuentas, y no tendrá motivo para afligirse o avergonzarse.—The Review and Herald, 1 de mayo de 1888.

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