viernes, 21 de marzo de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Trabajar con Jesús para salvar a los perdidos

He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
Apocalipsis 22:12.

El Señor Jesús escudriñará cada talento, y esperará el interés en proporción a la cantidad de capital confiado. Por su propia humillación y agonía, Cristo ha pagado el precio de compra para nuestra salvación, y tiene derecho a nuestro servicio. El mismo nombre de siervo implica el hacer una tarea, el asumir una responsabilidad. Todas nuestras capacidades, todas nuestras oportunidades, nos han sido confiadas para que las desarrollemos sabiamente, para que Cristo pueda recibir lo que es suyo con intereses.

El Maestro celestial que ascendió a lo alto llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres y a las mujeres, tesoros divinos de verdad que deben presentarse a todo el mundo. ¿Qué uso estamos haciendo individualmente de esos dones, de esos talentos que tenemos en nuestras manos? ¿Somos semejantes al siervo malo y negligente, enterrando esos talentos en el mundo, donde no producen intereses para Dios? Nos incumbe a todos, con esmerada fidelidad, aprovechar los talentos que nos fueron confiados; porque los talentos aumentarán a medida que se usen para el bien de la humanidad y la gloria de Dios.
Cada alma debería buscar primero el reino de Dios y su justicia. No debemos consumir toda la fuerza del cerebro, de los huesos y los músculos en intereses terrenales egoístas, porque si lo hacemos, ponemos en peligro nuestros intereses espirituales, y perderemos una eternidad de felicidad. Todo el universo no caído está interesado en la gran obra que Jesús vino a realizar en nuestro mundo, precisamente la salvación de nuestra alma. ¿Y no cooperaremos los mortales de la tierra con nuestro Redentor, que ha subido al cielo para interceder por nosotros? ¿No mostraremos un celo especial, un interés dedicado, en la obra que fue trazada en el cielo para ser llevada adelante en el mundo para el bien de hombres y mujeres? ¿Rehusaremos nosotros, que hemos sido comprados con la sangre preciosa de Cristo, hacer la obra que dejó en nuestras manos, rechazando así cooperar con las agencias celestiales en la obra de salvar a los caídos? ¿No iremos aun hasta los fines de la tierra para hacer que la luz de la verdad que nos fue dada del cielo resplandezca sobre nuestros semejantes?—The Review and Herald, 24 de enero de 1893.

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