"El justo vivirá por la fe" (Rom. 1:17).
Esa declaración es el resumen de lo que el
apóstol desea explicar acerca del evangelio. El
evangelio es poder de Dios para salvación, pero
solamente "a todo aquel que cree"; en el evangelio
se revela la justicia de Dios. La justicia de Dios es
la perfecta ley de Dios, que no es otra cosa que la
transcripción de su propia recta voluntad. Toda
injusticia es pecado, o transgresión de la ley. El
evangelio es el remedio de Dios para el pecado; su
obra, por consiguiente, debe consistir en poner a
los hombres en armonía con la ley –esto es, que se
manifiesten en sus vidas las obras de la ley justa–.
Pero esa es enteramente una obra de la fe –la
justicia de Dios se descubre "de fe en fe"–, fe al
principio y fe al final, como está escrito: "el justo
vivirá por la fe".
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