En estos últimos días el pueblo de Dios será expuesto a los mismos peligros que enfrentó el antiguo Israel. Aquellos que no reciban las advertencias que Dios da, caerán en los mismos peligros en los que cayó el antiguo Israel y no entrarán en el descanso debido a su incredulidad. El antiguo Israel sufrió calamidades debido a sus corazones no santificados y sus voluntades indóciles. Su rechazo final como nación fue el resultado de su propia incredulidad, confianza propia, impenitencia, ceguera de mente y dureza de corazón. En su historia tenemos una señal de peligro que se levanta ante nosotros.
“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo [...]. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. Hebreos 3:12, 14.—Carta 30, 1895.
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