RECOGED LOS
PEDAZOS
"Recoged
los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada." Juan 6: 12.
Esta mañana, más bien dicho a las doce, me levanté para ajustar mis
celosías que estaban siendo sacudidas por el viento, cuando encontré el
manuscrito que tenía que leer antes de partir en el tren de las seis rumbo a San
Francisco, donde me tengo que reunir con el pastor Corliss para trabajar con él
durante la semana de oración. Con ese manuscrito estaba una carta de ustedes
para W. C. W. [White] que leí a media noche. Esa carta era de especial interés
para mí, y después de leerla ya no pude ni siquiera pensar en dormir; por eso me
vestí, y en este momento estoy escribiendo. . .
Me he sentido más
agradecida de lo que puedo expresar por este agradable refugio [Elmshaven, cerca
de Sta. Elena, California], para los años de mi vejez. No me siento más vieja
ahora que hace veinte años, pero no me quedan muchos más por vivir, y anhelo
ardientemente cumplir la tarea de preparar mis escritos de manera que si
desaparezco de repente estén en condiciones para que otros los puedan manejar, y
para que de ese modo se cumpla la tantas veces repetida instrucción que dice:
"Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada". Aquí tenemos
abundancia de todas clases de frutos. Los alrededores son muy agradables a la
vista. Tenemos mucha agua pura proveniente de las colinas eternas, y uvas en
cantidad. . .
No voy a escribir más ahora, pero espero que ustedes dos
se encuentren donde por un tiempo no tengan que estirar cada nervio y cada
músculo al máximo posible. No es lo mejor ser presuntuosos, de ninguna manera.
El Señor desea que sus cansados siervos tengan la oportunidad de ocupar un lugar
donde dispongan de la oportunidad de manifestar una amplia experiencia por medio
de la pluma y de la voz, sin tener que sacrificar la vida al hacer el esfuerzo
necesario. Los hombres debieran ser educados por precepto y ejemplo para que
puedan soportar la presión del trabajo, y los que hasta este momento han llevado
las cargas debieran cuidar la vida que Dios les ha dado para que puedan
comunicar sus palabras, es a saber: "Este es el camino, andad por él".
Termino aquí mismo. Mi reloj dice que son las tres de la mañana. Con
amor, Elena G. de White ( Carta 161 , del 20 de diciembre de 1900, dirigida a
los Hnos. Druillard, que trabajaron en África, y que habían sido invitados a
formar parte del personal que trabajaba con Elena G. de White).