Tiempo para la meditación
Antes en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Salmos 1:2.
Vuestro último pensamiento de la noche, y vuestro primer pensamiento de la mañana, debieran dirigirse a Aquel en quien se centra vuestra esperanza de vida eterna.—Carta 19, 1895.
Pareciera que muchos rehuyen los momentos pasados en meditación, en la búsqueda de las Escrituras y en la oración, como si el tiempo empleado de esa manera fuera perdido. Yo quisiera que todos vosotros vierais estas cosas a la luz en que Dios quiere que las veáis, porque entonces le daríais la primera importancia al reino de los cielos. ... Así como el ejercicio aumenta el apetito y vigoriza y le da salud al cuerpo, también los ejercicios devocionales aumentarán la gracia y el vigor espiritual. Los aféctos debieran centrarse en Dios. Contemplad su grandeza, su misericordia y excelencia. Dejad que su bondad, su amor y perfección de carácter cautiven vuestro corazón. Conversad acerca de sus encantos divinos y de las mansiones celestiales que él está preparando para los fieles. Aquel cuya conversación se refiere al cielo es un cristiano de provecho para quienes le rodean. Sus palabras son útiles y refrescantes. Ejercen un poder transformador sobre quienes las escuchan, y ablandarán y subyugarán el alma.—The Review and Herald, 29 de marzo de 1870.
Hay una constante necesidad de comunión privada con Dios. Debemos apropiarnos del Espíritu de Cristo, si queremos impartirlo a otros. No podemos hacer frente a las agencias humanas y satánicas combinadas, a menos que pasemos mucho tiempo de comunión con la Fuente de todo poder. Debiéramos tener algún momento para alejarnos de los sonidos, de los quehaceres terrenos y de las voces humanas, y escuchar la voz de Jesús en algún lugar apartado. Así podemos probar su amor y ser imbuidos de su Espíritu. Así aprenderemos a crucificar el yo. Esta conducta puede parecer imposible para la mente humana. Podéis decir: “No tengo tiempo”. Pero cuando consideráis el asunto tal como es, no perdéis tiempo, porque cuando os aseguráis el poder y la gracia que provienen de Dios vosotros no cumplís esta tarea. Jesús es el verdadero obrero. “Sin mí—dice Cristo—, nada podéis hacer”. Juan 15:5. ... La reflexión y la oración ferviente inspirarán a un santo esfuerzo.—Manuscrito 25a, 1891, pp. 14, 15.