No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo
soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi justicia. Isaías 41:10.
Sé que todos los que están en el camino de la salvación tendrán
que librar batallas contra Satanás; y sé también que él echará
mano de toda artimaña para lograr sus propósitos, porque a
través de Uds. puede afligirnos, debilitar nuestro valor y
colocarnos una carga de preocupación. Pero me siento contenta
porque cada carta que recibimos expresa la determinación de Uds.
de seguir adelante y pelear la buena batalla de la fe. Dicen que
aman a Jesús y que es su intención dedicar sus vidas a su
servicio. ¡Preciosa decisión!
Cuanto más preserven su integridad cristiana para conocer y
comprender por sí mismos el camino de la vida y de la salvación,
menos del molde mundanal estará sobre ustedes. Cuanto más
conozcan acerca de Jesús, mayor deseo tendrán de conocerle y
comprenderán mejor su ignorancia acerca de las cosas de interés
eterno. Queremos tener el espíritu correcto, el espíritu que se
deja enseñar, el deseo de aprender en la escuela de Cristo
lecciones de humildad y mansedumbre. “Aprended de mí”, dijo el
Maestro celestial, “que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil,
y ligera mi carga”. Mateo 11:29, 30. Cuando tratamos de llevar
nuestras cargas por nosotros mismos y fabricamos nuestro propio
yugo, éste resulta penoso y la carga se vuelve pesada. Anhelamos
la mansedumbre de Cristo; entonces las cosas pequeñas ya no nos
irritan. Podemos tener celo en el trabajo, pero esto no es todo
lo que necesitamos. Necesitamos la verdadera simpatía cristiana.
Necesitamos que el yo y nuestra voluntad se sumerjan en la
voluntad de Cristo. Necesitamos mantener el ojo fijo en la
gloria de Dios. Necesitamos estar continuamente anhelantes y
trabajar para el honor y la gloria de Dios.
La solidez de nuestros principios y la fortaleza de nuestra
lealtad serán puestas a prueba. Quisiera que todos pudieran ver,
como yo he visto, las obras astutas, sutiles y perseverantes de
Satanás para tentar y engañar. Su vigilancia nunca decae. Si
tiene fácil acceso a las almas se debe a que éstas no están
atentas para escuchar las advertencias que Dios hace... De esta
manera muchos invitan al enemigo a que los tiente. Caminan en
forma tan descuidada que llegan a ser presa fácil. Abren de par
en par la ciudadela del alma, le invitan a entrar, y se colocan
en circunstancias en que serán entrampados...
Debemos ser el pueblo que Dios planeó que fuéramos, absorbiendo
los rayos divinos de luz del Sol de justicia y difundiéndolos en
medio de las tinieblas morales que cubren la tierra.—Carta 8a,
del 20 de enero de 1879, dirigida a Edson y Emma White.*