1 Sam. 28: 3-25.
"Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido." (Ecl. 9: 5).
Cuando Saúl inquirió por Samuel, el Señor no lo hizo aparecer ante Saúl. El no vio nada. A Satanás no se le permitió molestar el descanso de Samuel en la tumba y traerlo en realidad a la pitonisa de Endor. Dios no le da a Satanás el poder de resucitar a los muertos. Pero los ángeles de Satanás toman la forma de amigos muertos, y hablan y actúan como ellos para poder llevar a cabo mejor su obra de engaño. Satanás conocía bien a Samuel, y sabia cómo representarlo frente a la pitonisa de Endor, y pronunciar correctamente el destino de Saúl y de sus hijos.
Satanás aparecerá en forma razonable a cuantos pueda engañar, y se congraciará con ellos, conduciéndolos casi imperceptiblemente lejos de Dios. Los pone bajo su dominio, primero con cautela, hasta que sus percepciones se entorpecen. Luego hará insinuaciones más osadas, hasta que pueda llevarlos a cometer casi cualquier clase de crímenes. Cuando los tiene completamente en su trampa, entonces quiere que comprendan dónde se encuentran, y se alegra ante su confusión, como en el caso de Saúl. Este había permitido que Satanás hiciera de él un cautivo complaciente, y ahora Satanás ponía delante de Saúl una descripción correcta de su destino. Al darle una declaración acertada de su fin mediante la mujer de Endor, Satanás abría un camino para que los israelitas fuesen instruidos por su astucia satánica, a fin de que, en su rebelión contra Dios, aprendiesen de él y así rompiesen el último eslabón que los unía a Dios.
Saúl sabía que con ese último acto de consultar a la pitonisa de Endor, cortaba el último lazo que lo sostenía a Dios. Sabía que si antes no se había separado voluntariamente de Dios, ese acto sellaba esa separación y la hacía definitiva. Había hecho un acuerdo con la muerte, un pacto con el infierno. La copa de su iniquidad estaba llena ( SDA Bible Commentary , tomo 2, págs. 1022, 1023