Es privilegio y deber de los cristianos tratar de refrescar sus espíritus y vigorizar sus cuerpos mediante la recreación inocente, con el fin de usar sus facultades físicas y mentales para la gloria de Dios.—Mensajes para los Jóvenes, 362 (1871).
Los cristianos tienen a su disposición muchas fuentes de felicidad y pueden decir con exactitud infalible qué placeres son lícitos y buenos. Gozarán de las recreaciones que no disipen la mente ni rebajen el alma, que no desilusionen ni dejen tras sí una triste influencia que destruye el respeto propio u obstruye el camino de la utilidad. Si pueden llevar consigo a Jesús y mantener un espíritu de oración, están perfectamente seguros.—Mensajes para los Jóvenes, 35 (1884). Debemos conducirnos y dirigir nuestras reuniones de tal manera, que al volver a nuestros hogares podamos tener una conciencia libre de ofensa hacia Dios y lo hombres; una seguridad de que no hemos herido ni perjudicado en nada a aquellos con quienes hemos estado asociados, ni hemos ejercido una influencia perjudicial sobre ellos [...]. No será peligrosa cualquier diversión a la cual podáis dedicaros y pedir con fe la bendición de Dios. Pero cualquier diversión que os descalifique para la oración secreta, para la devoción ante el altar de la oración, o para tomar parte en la reunión de oración, no solo no es segura, sino peligrosa.—Mensajes para los Jóvenes, 274 (1913).