Título del libro: Ser Semejante a Jesus
Las familias que guardan los mandamientos glorifican a Cristo, 13 de febrero
Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él. Proverbios 22:6. Debe enseñarse a los hijos que son parte de la firma de la familia. Hay que alimentarlos, vestirlos, amarlos y cuidar de ellos; y ellos deben responder a todas estas mercedes trayendo toda la felicidad posible a la familia de la cual son miembros. De esa manera llegan a ser hijos e hijas de Dios, misioneros en el círculo familiar. Si los padres descuidan la educación de sus hijos, los privan de lo que es necesario para el desarrollo de un carácter simétrico, equilibrado, que les será de la mayor bendición a través de toda su vida. Si se les permite a los hijos que hagan lo que quieran, reciben la idea de que hay que servirlos, cuidarlos, satisfacerlos y divertirlos. Creen que sus deseos y voluntades deben ser complacidos. Educados en esta forma, llevan a través de toda su experiencia religiosa las deficiencias de la instrucción que recibieron en el hogar. Dios quiere que nuestras familias sean símbolos de la familia del cielo. Recuerden esto cada día los padres y los hijos, y relaciónense unos con otros como miembros de la familia de Dios. Entonces su vida será de tal carácter que dará al mundo una lección objetiva de lo que pueden ser las familias que aman a Dios y guardan sus mandamientos. Cristo será glorificado; su paz, su gracia y su amor saturarán el círculo familiar como un perfume precioso. Y cuando los hijos de los misioneros cristianos observen los mandamientos y sean disciplinados, su vida será como una hermosa ofrenda para Dios. Esto alegrará el corazón de Jesús y será considerado por él como la ofrenda más preciosa que pueda recibir. Que el Señor Jesucristo sea un objeto de adoración en cada familia. Si los padres le dan sus hijos una educación apropiada, ellos mismos serán felices al ver el fruto de su cuidadosa instrucción en el carácter semejante al de Cristo que tienen sus hijos. Están haciendo el servicio más elevado a Dios al presentar al mundo familias bien ordenadas, bien disciplinadas, que no sólo temen al Señor, sino que lo honran y lo glorifican por medio de su influencia sobre otras familias, y recibirán su recompensa.—The Review and Herald, 17 de noviembre de 1896.