Por El Heraldo Remanente
El peligro de que el profeso pueblo de Dios quiera ser reconocido por el mundo, imite las prácticas del mundo y esté de acuerdo con la narrativa del mundo, para obtener una buena imagen pública del mundo.
“Sin embargo, el pueblo rehusó obedecer la voz de Samuel, y dijeron: No; sino que tendremos rey sobre nosotros, para que también nosotros seamos como todas las naciones; y para que nuestro rey nos juzgue y salga delante de nosotros y pelee nuestras batallas”. 1 Samuel 8:19, 20
La petición de Israel (“haznos un rey”—1 Samuel 8:5), la demanda (“danos un rey”—1 Samuel 8:6) y la insistencia (“tendremos un rey”—1 Samuel 8:19) alteró permanentemente su destino nacional. Israel acabó pagando un precio muy alto por querer copiar las costumbres y prácticas de sus vecinos paganos:
“La disciplina y el entrenamiento que Dios designó para Israel haría que ellos, en todos sus estilos de vida, difieran de la gente de otras naciones. Esta peculiaridad, que debería haber sido considerada como un privilegio y una bendición especial, no les era bien recibida. La sencillez y el autocontrol esenciales para el más alto desarrollo buscaban cambiarlos por la pompa y la autocomplacencia de los pueblos paganos. Su ambición era ser "como todas las naciones" (1 Sam. 8:5). El plan educativo de Dios fue dejado de lado y su autoridad repudiada. En el rechazo de los caminos de Dios por los caminos de los hombres, comenzó la caída de Israel. Así también continuó, hasta que el pueblo judío se convirtió en presa de las mismas naciones cuyas prácticas habían elegido seguir”. Educación, págs. 49, 50