miércoles, 17 de julio de 2024

Fanatismo después de 1844


Los que persistan en esas teorías arruinarán con seguridad su carrera cristiana. Se privarán de la comunión con Dios y perderán la vida eterna.

Los sofismas concernientes a Dios y la naturaleza, que inundan al mundo de escepticismo, son inspirados por el ángel caído. El estudia la Biblia; conoce la verdad necesaria a la humanidad, y procura distraer las mentes de las grandes verdades destinadas a prepararla para los acontecimientos que vendrán sobre el mundo. He visto el resultado de esas ideas fantásticas con respecto a Dios; son la apostasía, el espiritismo, el amor libre. El amor libre, al que tienden esas enseñanzas, estaba tan bien disimulado que era difícil, al principio, darse cuenta de su verdadero carácter. Hasta que el Señor me hubo presentado el asunto, no sabía cómo llamarlo, pero he recibido la orden de llamarlo amor espiritual impío. Después de 1844 tuvimos que hacer frente a toda especie de fanatismos. Me fueron dados testimonios de censura contra algunas personas entregadas a las teorías espiritualistas predominantes. Había personas que trabajaban activamente en esparcir falsas ideas acerca de Dios. Me fué mostrado que por sus enseñanzas erróneas quitaban su eficacia a la verdad. Me fué mostrado que inducían las almas al error, presentándoles teorías especulativas acerca de Dios. Me trasladé hasta el lugar donde estaban y les mostré abiertamente cuál era la naturaleza de su obra. El Señor me dió fuerzas para exponerles con claridad el peligro que las amenazaba. Entre otras ideas, sostenían que los que una vez habían sido santificados no podían pecar más. Su enseñanza errónea hacía un gran daño, primeramente a ellos y luego a los demás. Estaban adquiriendo poder espiritual sobre los que no podían ver el error de esas teorías tan hermosamente ataviadas. La doctrina según la cual todos eran santos los había llevado a creer que los afectos de los santificados no podían extraviarlos. El resultado de esta tendencia era la satisfacción de los malos deseos de los corazones que aseveraban ser santificados, pero que en sus pensamientos y hechos distaban mucho de ser puros. Las enseñanzas impías van seguidas por la práctica del pecado. Son el cebo del cual se vale el padre de la mentira para seducir y tiene por resultado la impenitencia en una impureza que se comete creyéndola justificada. Este es sólo uno de los casos en que fuí llamada a reprender a aquellos que sostenían la doctrina de un Dios impersonal inmanente en toda la naturaleza, así como otros errores parecidos.

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