Dios nos ayude a vestir la armadura y a obrar con fervor, como quienes reconocen que las almas merecen salvarse. Procuremos una nueva conversión. Necesitamos la presencia del Santo Espíritu de Dios para enternecer nuestros corazones y evitar un espíritu inexorable en nuestro trabajo. Ruego a Dios que su Santo Espíritu tome plena posesión de nuestros corazones. Procedamos como hijos de Dios, que buscan su consejo y están listos para seguir sus planes dondequiera que les sean presentados. Dios será glorificado por un pueblo tal y los testigos de nuestro celo dirán: Amén, amén.
“Despierta, despierta, vístete tu fortaleza, oh Sión; vístete tu ropa de hermosura, oh Jerusalem, ciudad santa. ... ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que publica la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salud, del que dice a Sión: Tu Dios reina! ¡Voz de tus atalayas! alzarán la voz, juntamente darán voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que Jehová vuelve a traer a Sión. Cantad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalem: porque Jehová ha consolado su pueblo, a Jerusalem ha redimido. Jehová desnudó el brazo de su santidad ante los ojos de todas las gentes; y todos los términos de la tierra verán la salud del Dios nuestro.” Isaías 52:1, 7-10.*****
¿Apreciáis tan profundamente el sacrificio hecho en el Calvario que estáis dispuestos a subordinar todo otro interés a la obra de salvar almas? El mismo intenso anhelo de salvar a los pecadores que señaló la vida del Salvador se nota en la de su verdadero discípulo. El cristiano no desea vivir para sí. Se deleita en consagrar al servicio del Maestro todo lo que posee y es. Le impulsa el deseo inefable de ganar almas para Cristo. Los que no tienen este anhelo debieran preocuparse por su propia salvación. Oren por el espíritu de servicio.
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Si los cristianos obrasen en concierto y adelantasen como un solo hombre bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de un propósito, conmoverían al mundo.