sábado, 14 de septiembre de 2024

La vida que llevemos debe testificar


El Señor no puede aprobar a un pueblo que, aunque hace profesión de piedad y declara creer en su próxima venida, abandonen las ciudades sin advertiles que pronto van a caer juicios sobre la tierra. Los que obran así deberán dar cuenta de su negligencia. Cristo dió su preciosa vida para salvar a las almas que perecen en sus pecados. ¿Nos negaremos a cumplir la obra que nos fué asignada, y a cooperar con Dios y con los agentes celestiales? Millares de personas obran de este modo al no identificarse con Cristo ni manifestar en su vida el gran sacrificio de Cristo, por medio de obras de justicia que sean frutos de la gracia salvadora. Sin embargo, ésta es en realidad la obra dada a los hombres por el sacrificio del Hijo de Dios. Sabiendo esto, ¿podemos quedar indiferentes? Hermanos míos, os invito a despertar. Las facultades espirituales que no se ejerciten en ganar almas para Cristo se debilitarán y acabarán por morir. ¿Cómo podremos justificarnos si descuidamos la grande y bella obra para cuyo cumplimiento Cristo dió su vida?

No podemos dedicar a cosas vanas e insignificantes los pocos días que nos quedan aquí en la tierra. Debemos humillar nuestra alma delante de Dios de manera que cada cual pueda recibir la verdad y permitirle que realice en su vida una reforma que convenza al mundo de que esa verdad es realmente de Dios. Sea nuestra vida escondida con Cristo en Dios. Cuando busquemos al Señor como niñitos; cuando dejemos de encontrar defectos en nuestros hermanos y hermanas y en los que se esfuerzan por llevar fielmente las responsabilidades de la obra; cuando procuremos poner nuestros propios corazones en regla con Dios; entonces, y sólo entonces, podrá él usarnos para gloria de su nombre. Si queremos que Dios se agrade de nuestro trabajo, debemos asumir delante de él una actitud de sacrificio personal. Recordemos que la simple profesión nada es, a menos que la verdad esté en el corazón. Es necesario que la potencia convertidora de Dios tome posesión de nosotros, para que podamos comprender las necesidades de un mundo que perece. El mensaje que estoy encargada de anunciaros es éste: Preparaos, preparaos para el encuentro con el Señor. Aderezad vuestras lámparas y que la luz de la verdad brille en las encrucijadas y los vallados. Hay un mundo entero que espera le sea anunciada la proximidad del fin de todas las cosas.

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