“Y he aquí, yo vengo presto—dice el Señor,—y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra.” Apocalipsis 22:12. A su venida, él examinará cada talento, y exigirá los intereses de los capitales que nos confiara. Por su
propia humillación y agonía, por su vida de trabajo y su muerte
ignominiosa, Jesús pagó ya los servicios de quienquiera que lleve su
nombre y profese ser su siervo. Cada uno tiene el deber solemne de
emplear todas sus facultades para ganar almas para él. “No sois
vuestros—dice él.—Porque comprados sois por precio.” 1 Corintios 6:19, 20.
Glorificad, pues, a Dios por una vida de servicio que hará pasar a los
hombres y mujeres del pecado a la justicia. Hemos sido comprados al
precio de la vida de Cristo, para que mediante un servicio fiel,
devolvamos a Dios lo que le pertenece.
No
tenemos tiempo ahora para dedicar nuestras energías y talentos a
empresas mundanales. ¿Nos preocuparemos tanto de servir al mundo y a
nosotros mismos que perdamos la vida eterna y la imperecedera felicidad
de los cielos? No, no podemos consentir en ello. Empleemos todo talento
en la obra de Dios. Mediante sus esfuerzos, los que reciban la verdad
deben aumentar el número de los hombres y mujeres que colaborarán con
Dios. Hay que alumbrar y enseñar a las almas para que puedan servir a
Dios de una manera inteligente; deben crecer continuamente en el
conocimiento de la justicia.
El
cielo entero se interesa en la ejecución de la obra que Cristo vino a
hacer en el mundo. Los agentes celestiales preparan el camino para que
la luz de la verdad brille en los lugares obscuros. Los ángeles están
listos para entrar en comunicación con los que quieran emprender la obra
que nos ha sido asignada desde hace años. ¿No nos dedicaremos con
energía a buscar los medios de trabajar en las ciudades grandes? Muchas
ocasiones se han perdido ya porque no se emprendió inmediatamente esta
obra y no se supo ir adelante con fe. El Señor dice: “Si hubieseis
creído los mensajes que os dirigí, no habría tanta falta de obreros y de
medios para sostenerlos.”
La venida de Cristo se acerca apresuradamente. El tiempo que nos queda para trabajar es corto, y hay hombres y mujeres
que perecen. Dijo el ángel: “¿No debieran los hombres que han recibido
tanta luz cooperar con Aquel que envió a su Hijo al mundo para dar a los
hombres la luz y la salvación?” ¿Acaso los hombres que recibieron el
conocimiento de la verdad, renglón tras renglón, precepto tras precepto,
un poco aquí y otro poco allá, tendrán en poca estima a Aquel que vino a
la tierra para hacer a todo creyente partícipe de su divino poder? Así
es como la divinidad de Cristo debía hacerse efectiva en la salvación de
la familia humana y dar eficacia a la intercesión de nuestro sumo
Sacerdote ante el trono de Dios. En el cielo es donde el plan fué
ideado. ¿No sabrán apreciar una bendición tan grande los que fueron
comprados a tan alto precio?