Poseer
educación superior es estar en comunión viva con Cristo. El Salvador
llamó a pescadores ignorantes y, sacándolos de sus barcos y sus redes,
los asoció consigo mientras viajaba de un lugar a otro, enseñando al
pueblo y aliviando sus miserias. Sentado sobre una roca o alguna
prominencia del terreno, juntaba a sus discípulos en su derredor y los
instruía; al poco tiempo, centenares de personas escuchaban sus
palabras. Muchos piensan saber todo lo que se puede saber, cuando en
realidad tienen gran necesidad de sentarse humildemente a los pies de
Jesús y recibir instrucción de Aquel que dió su vida en rescate por un
mundo perdido. Todos necesitamos al Cristo que abandonó los atrios
celestiales, su vestidura real, su corona
y su majestad celestial, para revestirse de nuestra humanidad. El Hijo
de Dios vino como un niñito, para poder conocer lo que experimenta la
humanidad y saber cómo obrar en todo ello. El conoce las necesidades de
los niños. En los días de su ministerio terrenal, no quería que se les
prohibiese su acceso. “Dejad los niños venir a mi—dijo a los
discípulos,—y no los impidáis; porque de tales es el reino de Dios.” Lucas 18:16.
Haya
siempre sencillez en la obra de la escuela. Ningún argumento es más
poderoso que el éxito basado en la sencillez. Podéis tener éxito en la
formación de médicos misioneros sin tener una escuela acreditada para
producir médicos capacitados para rivalizar con los del mundo. Los
estudiantes deben recibir enseñanzas prácticas. Cuanto menos contéis con
los métodos del mundo, mejor será para los estudiantes. Debiera
cultivarse principalmente el arte de cuidar a los enfermos sin hacer uso
de medicamentos tóxicos y de acuerdo a la luz que Dios ha dado. No es
necesario hacer uso de medicamentos tóxicos para tratar a los enfermos.
Los estudiantes deberían salir de la escuela sin haber sacrificado los
principios de la reforma pro salud ni su amor hacia Dios y la justicia.
Los
que desean proseguir con éxito la obra médico misionera en relación con
la obra del mensaje del tercer ángel deben estimar cada vez menos la
enseñanza según el ideal del mundo. Debe enseñárseles a obedecer a la
conciencia y cuando sigan concienzuda y fielmente los buenos métodos en
el tratamiento de las enfermedades, esos métodos terminarán por ser
reconocidos como preferibles a los que están en boga y que implican el
uso de drogas tóxicas.
Actualmente,
no debemos tratar de rivalizar con las escuelas de medicina del mundo.
Si lo hiciésemos, nuestras perspectivas de éxito serían muy pocas. No
estamos en situación de crear grandes facultades de medicina. Por otra
parte, si seguimos los métodos de práctica médica según el uso del
mundo, exigiendo honorarios elevados como lo hacen los médicos del
mundo, nos alejaremos de los planes según los cuales Cristo quiere que ejerzamos nuestro ministerio en favor de los enfermos.
Debería
haber en nuestros sanatorios hombres y mujeres inteligentes, capaces de
enseñar los métodos de Cristo. Bajo la dirección de maestros
competentes y consagrados, los jóvenes pueden ser hechos participantes
de la naturaleza divina y aprenderán a huir de la corrupción que reina
en el mundo por la concupiscencia. Se me ha mostrado que deberíamos
tener un número mayor de mujeres capaces de tratar especialmente las
enfermedades de su sexo, y muchas enfermeras que puedan cuidar a los
enfermos de un modo sencillo, sin usar drogas.
No
está de acuerdo a las instrucciones dadas en el Sinaí que los médicos
deban cumplir el oficio de parteras. La Biblia nos muestra a
parturientas atendidas por otras mujeres, y así debiera ser siempre.
Debiera instruirse a mujeres y prepararlas de manera que puedan
desempeñar con éxito el cargo de parteras y de médicas junto a las
personas de su sexo. Tal es el plan de Dios. Enseñemos de una manera
inteligente a las señoras a cuidar las enfermedades de su sexo.
Deberíamos tener una escuela donde las mujeres fuesen instruídas por
médicas misioneras para el tratamiento de las enfermedades de señoras de
la manera más eficaz. En nuestra denominación, la obra médica debiera
estar en su apogeo.