martes, 8 de octubre de 2024

¿Qué clase de educación se ha de dar?


Poseer educación superior es estar en comunión viva con Cristo. El Salvador llamó a pescadores ignorantes y, sacándolos de sus barcos y sus redes, los asoció consigo mientras viajaba de un lugar a otro, enseñando al pueblo y aliviando sus miserias. Sentado sobre una roca o alguna prominencia del terreno, juntaba a sus discípulos en su derredor y los instruía; al poco tiempo, centenares de personas escuchaban sus palabras. Muchos piensan saber todo lo que se puede saber, cuando en realidad tienen gran necesidad de sentarse humildemente a los pies de Jesús y recibir instrucción de Aquel que dió su vida en rescate por un mundo perdido. Todos necesitamos al Cristo que abandonó los atrios celestiales, su vestidura real, su corona y su majestad celestial, para revestirse de nuestra humanidad. El Hijo de Dios vino como un niñito, para poder conocer lo que experimenta la humanidad y saber cómo obrar en todo ello. El conoce las necesidades de los niños. En los días de su ministerio terrenal, no quería que se les prohibiese su acceso. “Dejad los niños venir a mi—dijo a los discípulos,—y no los impidáis; porque de tales es el reino de Dios.” Lucas 18:16.

Haya siempre sencillez en la obra de la escuela. Ningún argumento es más poderoso que el éxito basado en la sencillez. Podéis tener éxito en la formación de médicos misioneros sin tener una escuela acreditada para producir médicos capacitados para rivalizar con los del mundo. Los estudiantes deben recibir enseñanzas prácticas. Cuanto menos contéis con los métodos del mundo, mejor será para los estudiantes. Debiera cultivarse principalmente el arte de cuidar a los enfermos sin hacer uso de medicamentos tóxicos y de acuerdo a la luz que Dios ha dado. No es necesario hacer uso de medicamentos tóxicos para tratar a los enfermos. Los estudiantes deberían salir de la escuela sin haber sacrificado los principios de la reforma pro salud ni su amor hacia Dios y la justicia. Los que desean proseguir con éxito la obra médico misionera en relación con la obra del mensaje del tercer ángel deben estimar cada vez menos la enseñanza según el ideal del mundo. Debe enseñárseles a obedecer a la conciencia y cuando sigan concienzuda y fielmente los buenos métodos en el tratamiento de las enfermedades, esos métodos terminarán por ser reconocidos como preferibles a los que están en boga y que implican el uso de drogas tóxicas. Actualmente, no debemos tratar de rivalizar con las escuelas de medicina del mundo. Si lo hiciésemos, nuestras perspectivas de éxito serían muy pocas. No estamos en situación de crear grandes facultades de medicina. Por otra parte, si seguimos los métodos de práctica médica según el uso del mundo, exigiendo honorarios elevados como lo hacen los médicos del mundo, nos alejaremos de los planes según los cuales Cristo quiere que ejerzamos nuestro ministerio en favor de los enfermos. Debería haber en nuestros sanatorios hombres y mujeres inteligentes, capaces de enseñar los métodos de Cristo. Bajo la dirección de maestros competentes y consagrados, los jóvenes pueden ser hechos participantes de la naturaleza divina y aprenderán a huir de la corrupción que reina en el mundo por la concupiscencia. Se me ha mostrado que deberíamos tener un número mayor de mujeres capaces de tratar especialmente las enfermedades de su sexo, y muchas enfermeras que puedan cuidar a los enfermos de un modo sencillo, sin usar drogas. No está de acuerdo a las instrucciones dadas en el Sinaí que los médicos deban cumplir el oficio de parteras. La Biblia nos muestra a parturientas atendidas por otras mujeres, y así debiera ser siempre. Debiera instruirse a mujeres y prepararlas de manera que puedan desempeñar con éxito el cargo de parteras y de médicas junto a las personas de su sexo. Tal es el plan de Dios. Enseñemos de una manera inteligente a las señoras a cuidar las enfermedades de su sexo. Deberíamos tener una escuela donde las mujeres fuesen instruídas por médicas misioneras para el tratamiento de las enfermedades de señoras de la manera más eficaz. En nuestra denominación, la obra médica debiera estar en su apogeo.

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