Pertenecer a la iglesia de Dios es un privilegio único que entraña para el alma grandes satisfacciones. Dios tiene el propósito de reunir a un pueblo desde los lejanos confines de la tierra, a fin de constituirlo en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, la iglesia de la cual él es la cabeza viviente. Todos los que son hijos de Dios en Cristo Jesús, so miembros de su cuerpo, y dentro de esta relación pueden disfrutar del compañerismo mutuo y de la comunión con su Señor y Maestro.
Se hace referencia a la iglesia en las Escrituras, mediante expresiones tales como “la iglesia del Señor” (Hech .20:28), ¡”el cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12), “la iglesia del Dios viviente” (1 Tim. :15), y este último nombre es el término elegido como título de este capitulo introductorio.
La palabra “iglesia” se usa en el relato bíblico por lo menos en dos sentidos: en un sentido general se aplica a la iglesia en todo el mundo (Mat .16:18; 1 Cor. 12:28), pero también se aplica en un sentido particular a la iglesia de una ciudad o provincia determinada. Véanse los siguientes pasajes, donde se mencionan iglesia locales: la iglesia de Roma (Rom. 1:6,7), la iglesia de Corinto ( 1 Cor. 1:2, la iglesia de Tesalónica ( 1 Tes. 1:1). Nótese también las referencias que se hacen a las iglesias provinciales: las iglesias de Galacia (1 Cor. 16:19), las iglesias de Siria y Cicilia (Hech. 15:41)
Cristo como cabeza de la iglesia y su Señor viviente, tiene un amor profundo por los miembros de s cuerpo. El ha de ser glorificado en la iglesia (Efe.3:21); por medio de la iglesia el Señor revelará “la multiforme sabiduría de Dios” (Efe. 3:10). Día tras día sustenta a su iglesia (Efe. 5:29, y su mayor anhelo es hacer de ella “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efe. 5:27)
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