"Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio." Heb. 2: 13.
Se necesita una vigilancia constante, una diaria conversión, para que nuestros rasgos individuales de carácter puedan ser plenamente santificados. Tenemos que eliminar de todas nuestras facultades la escoria del pecado, y debemos educarlas para el servicio. Hay muchos que mientras profesan ser siervos de Dios y aguardar el pronto regreso de Cristo, no están teniendo la experiencia que todos debemos tener para presentarnos sin mácula delante de Dios. Se están equivocando en la tarea de edificar el carácter. Continuar cometiendo esos errores es costoso, porque impiden el progreso en la vida divina.
Nuestras obligaciones religiosas comienzan cuando servimos a Dios fielmente en el hogar. Se me ha instado a que dé testimonio fervoroso a los padres, tanto en público como en privado, para que dediquen todos sus esfuerzos con el fin de prestar un servicio santificado a Cristo. Se me ha instruido que hable decididamente a nuestro pueblo acerca de la necesidad de ser imbuidos con el Espíritu de Dios. El Espíritu enseñará a los creyentes a trabajar en armonía con Cristo cuando quiera y dondequiera se ofrezca la oportunidad. A medida que se me presentaban las diferentes familias de nuestro pueblo, se me ha mostrado la gran necesidad que tienen del poder convertidor de Dios. . .
La religión en el hogar es de vital importancia. Sobre los padres y las madres descansa en amplia medida la responsabilidad por la clase de carácter que desarrollan sus hijos. . . Si los padres enseñan a sus hijos a conducirse con los principios de la Palabra de Dios, inconscientemente esos niños enseñarán a otros lo que significa ser cristianos. Mantengan los padres verdadera dignidad cristiana delante de sus hijos, y recibirán gran ayuda en la tarea de promover el reino de Cristo.
El apóstol Pablo, al describir a los hijos que viven en estos últimos días, declaró que serían "desobedientes a los padres, ingratos, impíos" (2 Tim. 3: 2). Es importante que los padres comprendan la tendencia de la época, y que trabajen incansablemente para educar a sus hijos de manera que se mantengan separados de estas cosas, preparándolos, al enseñarles a amar y a imitar la vida de Cristo, para ocupar un lugar en la vida futura y santa ( Carta 90 , del 25 de octubre de 1901, dirigida al pastor S. N. Haskell y Sra.).
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