"Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente." Apoc. 22: 17.
El Señor le ha dado a su iglesia una tarea especial, un servicio personal que hacer. Dios podría haber enviado ángeles para trabajar en la tarea de reformar ala humanidad, pero no lo hizo. La humanidad debe ponerse en contacto con la humanidad. . .
Hay que recibir la comisión de Cristo y ponerla en práctica. Debemos salir con fe, orando fervientemente para tener la presencia del que dijo: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mat. 28: 30). Con la promesa de tal compañía somos culpables de gran incredulidad y mucha desobediencia si no queremos llevar la cruz de la abnegación y el sacrificio... Al comunicar la luz que ha penetrado en nuestras almas, el Espíritu Santo nos da más luz todavía, y nuestros corazones se llenan con la preciosa alegría del Señor. . .
Tenemos que presentar a la gente un Salvador crucificado y resucitado. Todos los que han acudido a Jesús para obtener perdón, han descubierto que estaba listo para tomar sus pecados y para imputarles su justicia. Los que han acudido a Cristo y se han convertido verdaderamente, anhelarán salvar las almas que están sin el Señor. Quien ama a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo, no se puede conformar sin hacer nada.
Dios usará hombres humildes para que sean sus instrumentos. Aunque tengan un solo talento, si lo ponen a trabajar, producirá ganancia. La gran falla de la iglesia es que la obra de salvar almas es tan limitada, que se avanza rumbo al reino con mucha lentitud. Una iglesia apóstata es consecuencia directa de una iglesia egoísta, que no usa sus talentos en la obra de colaborar con Jesús para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre. Tenemos que servir a toda criatura. Se nos confiere la responsabilidad de trabajar por todos, por nuestros amigos, por nuestros conocidos, por todos aquellos que están ligados al mundo y alejados de Dios. Los aparentemente amables y simpáticos deben estar abarcados por nuestras labores. La verdad es tanto para ellos como para nosotros, y debemos decirles: "Vengan" ( Manuscrito 123 , del 17 de noviembre de 1897, "La comisión de Cristo").
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