Somos
llamados a ser un pueblo piadoso que piense, sienta y actúe en armonía con los
principios del cielo. Para que el Espíritu recree en nosotros el carácter de
nuestro Señor, participamos únicamente en lo que produzca en nuestra vida
pureza, salud y gozo cristiano. Esto significa que nuestras recreaciones y
nuestros entretenimientos estarán en armonía con las más elevadas normas de
gusto y belleza cristianas. Si bien aceptamos las diferencias culturales,
nuestra vestimenta debe ser sencilla, modesta y de buen gusto, como corresponde
a aquellos cuya verdadera belleza no consiste en el adorno exterior, sino en el
inmarcesible ornamento de un espíritu apacible y tranquilo. Significa también
que debido a que nuestros cuerpos son el templo del Espíritu Santo, debemos
cuidarlos inteligentemente. Junto con la práctica adecuada del ejercicio y el
descanso, debemos adoptar un régimen alimentario lo más saludable posible, y
abstenernos de los alimentos inmundos, identificados como tales en las
Escrituras. Considerando que las bebidas alcohólicas, el tabaco y el uso
irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestros cuerpos, debemos
también abstenernos de todo ello. En cambio, debemos participar en todo lo que
ponga nuestros pensamientos y nuestros cuerpos en armonía con la disciplina de
Cristo, quien quiere que gocemos de salud, de alegría y de todo lo
bueno.
Rom. 12: 1, 2; 1 Juan 2: 6; Efe. 5: 1-21; Eil. 4: 8; 2 Cor. 10: 5; 6: 14-7: 1; 1 Ped. 3: 1-4; 1 Cor. 6: 19, 20; 10: 31; Lev. 11: 1-47; 3 Juan 2.
Rom. 12: 1, 2; 1 Juan 2: 6; Efe. 5: 1-21; Eil. 4: 8; 2 Cor. 10: 5; 6: 14-7: 1; 1 Ped. 3: 1-4; 1 Cor. 6: 19, 20; 10: 31; Lev. 11: 1-47; 3 Juan 2.
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