La cuerda de seda que ata los
corazones
Servíos por amor los unos a los otros. Gálatas 5:13.
El amor es la cuerda de seda que une los corazones. No debemos pensar en erigirnos como un modelo. Mientras pensemos en nosotros mismos y en lo que los demás nos deben a nosotros, será imposible realizar nuestra obra para salvar las almas. Cuando Cristo toma posesión de nuestros corazones, entonces ya no hacemos más del estrecho círculo del yo el centro de nuestros pensamientos y de nuestras atenciones.
¡Qué maravillosa reverencia hacia la vida humana expresó Jesús en la misión de su vida! No anduvo entre la gente como un rey, exigiendo atención, reverencia, servicio, sino como uno que anhelaba servir y elevar a la humanidad. Dijo que no había venido para ser servido, sino para servir. ... Dondequiera que Cristo veía a un ser humano, veía a uno que necesitaba simpatía humana. Muchos de nosotros estamos dispuestos a servir a ciertas personas en particular—a aquellos que honramos—, pero pasamos por alto, como indignas de ser notadas, a esas mismas personas a quienes Cristo quisiera bendecir por medio de nosotros, si no fuéramos tan fríos de corazón. ...
La gran lección del perdón debe ser aprendida más perfectamente por todos nosotros. ... El mayor daño que podamos hacerles a otros es no perdonarlos, si es que pensamos que nos dañan de una manera u otra. Esta es una posición muy peligrosa para el cristiano profeso, porque de la manera como tratamos a nuestros hermanos, así el Señor nos tratará a nosotros.
Necesitamos tener una visión más elevada y más clara del carácter de Cristo. ... No debemos pensar en Dios únicamente como un juez, y olvidarlo como un Padre amante. Ninguna cosa puede causar mayor daño a nuestras almas que esto, porque toda nuestra vida espiritual está moldeada de acuerdo con nuestras concepciones del carácter de Dios. Tenemos lecciones que aprender del amor de Jesús.—Manuscrito 35, 1886.
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados: y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave”. Efesios 5:2. Esta es la altura del amor que se requiere que alcancemos. Y la textura de este amor no está manchada con el egoísmo.—Manuscrito 1, 1899, pp. 4.
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