jueves, 11 de julio de 2013

EN LUGARES CELESTIALES

Lunes 21 de octubre EL PELIGRO DE LAS RIQUEZAS


"Jesús. . . volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. (" Mar. 10: 24, 25)

El plan de Dios es que las riquezas sean adecuadamente usadas, distribuidas para bendición de los necesitados y para el adelanto de la obra de Dios. Si los hombres aman sus riquezas más de lo que aman a sus semejantes, más de lo que aman a Dios o las verdades de su palabra, y si sus corazones están en sus riquezas, no podrán tener la vida eterna. . . Así se prueba a las almas. Y, tal como el joven rico, muchos se apartan con tristeza a causa de que no pueden conservar sus riquezas y también un tesoro en el cielo. . .

"Todas las cosas son posibles para Dios" "(Mar. 10:27). . . La verdad, puesta en el corazón por el Espíritu de Dios, expulsará el amor a las riquezas. El amor a Jesús y el amor al dinero no tienen cabida en el mismo corazón. El amor de Dios sobrepasa en tal medida al amor al dinero que el poseedor se desprenderá de sus riquezas y transferirá sus afectos a Dios. Por amor, entonces se ocupará de socorrer a los necesitados y en sostener la causa de Dios. Es su mayor placer prestar la mejor disposición a las cosas del Señor. Considera todo lo que tiene como si no fuera suyo, y cumple fielmente su deber como administrador de Dios. . . En esta forma es posible a un hombre rico entrar en el reino de Dios. . .

Algunos dan de lo que les sobra, por lo que no sienten necesidad. Los tales no practican la abnegación por la causa de Cristo. Dan liberalmente y de corazón, sin embargo, tienen todo lo que el corazón puede desear. Dios considera eso. La acción y su móvil no dejan de ser advertidos por Dios, y ellos no perderán su recompensa. Pero los que tienen menos medios no deben disculparse a sí mismos porque no pueden hacer tanto como otros. Haced todo lo que podáis (Review and Herald, 16 de septiembre, 1884

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