martes, 6 de agosto de 2013

Cristo en el rostro de los jóvenes en Río

Un recuerdo de profunda gratitud por el venerable Pablo VI

 Las Jornadas mundiales de la juventud «no son “fuegos artificiales”» o «momentos de entusiasmo fines en sí mismos», sino etapas de un largo camino que los jóvenes afrontan, llevando consigo por las calles del mundo la cruz de Cristo. «El Papa les guía y les acompaña en este camino de fe y de esperanza». El Papa Francisco habló de ello el domingo 4 de agosto a los fieles que se reunieron en la plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus. Y precisó inmediatamente que «los jóvenes no siguen al Papa, siguen a Jesucristo». Él mismo lo experimentó en la Jornada de Río, donde el entusiasmo literalmente le inundó.
Y agradeció nuevamente al pueblo brasileño el calor de la acogida: «Buena gente la de Brasil –dijo–, un pueblo de gran corazón». Luego volvió sobre la gran experiencia junto a los jóvenes de Río y pidió a los fieles que oraran «a fin de que los jóvenes que han participado en la Jornada mundial de la juventud lleven esta experiencia a su camino cotidiano, a los comportamientos de todos los días; y que los traduzcan también en las opciones  importantes de vida». Sobre todo para hacer frente a la «vanidad cotidiana» que, con frecuencia, aletea a su alrededor. Por lo demás los jóvenes «son particularmente sensibles al vacío de significado y de valores que les rodea a menudo. Y lamentablemente – explicó el Pontífice – pagan las consecuencias». En cambio, «el encuentro con Jesús vivo, en su gran familia que es la Iglesia, colma el corazón de alegría, porque lo llena de vida auténtica, de un bien profundo, que no pasa y no se  marchita». Y esto, –dijo el Pontífice–  «lo hemos visto en los rostros de los jóvenes en Río».
Antes de concluir el encuentro el Papa dirigió un pensamiento de profunda gratitud al venerable Pablo VI recordando que el 6 de agosto se celebrará el trigésimo quinto aniversario de su muerte.http://www.osservatoreromano.va/portal/dt?JSPTabContainer.setSelected=JSPTabContainer%2FDetail&last=false=&path=/news/vaticano/2013/179q13-Papa-Francesco-all-Angelus-parla--dell-espe.html&title=Cristo en el rostro de los jóvenes en Río&locale=es

PD:  
"Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. "(2 Corintios 3: 18).

En su glorificada humanidad Jesús ascendió al cielo para interceder en favor de los agobiados por el pecado y por los que padecen luchas interiores. "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia" (Heb. 4: 15, 16). Continuamente deberíamos estar mirando a Jesús, el Autor y el Consumador de la fe. Al contemplarlo seremos transformados a su imagen, y nuestro carácter llegará a ser semejante al suyo. Deberíamos regocijarnos de que el juicio haya sido dado al Hijo, quien, gracias a su humanidad, pudo familiarizarse con todas las dificultades que acosan al ser humano.

En la medida que aprendamos en la escuela de Cristo, y al ir asimilando su espíritu y su mente, seremos santificados y llegaremos a ser partícipes de la naturaleza divina. "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3: 18). Es imposible que uno cambie como resultado de sus propias facultades y esfuerzo. Sólo por el Consolador. el Espíritu Santo, que Jesús prometió enviar al mundo, puede producirse la transformación del carácter a la imagen de Cristo; y al lograrse este cambio, como en un espejo reflejaremos la gloria del Señor. La persona que observa el carácter del que contempla a Jesús ve la misma semejanza como si estuviera viéndolo a él en un espejo. ímperceptiblemente para nosotros, nuestra manera de ser y actuar diariamente es transformada a la imagen del amoroso carácter de Cristo. De este modo es como crecemos en Jesús e inconscientemente reflejamos su carácter.

Los cristianos profesos se mantienen muy cerca de los niveles más bajos de la tierra. Sus ojos están acostumbrados a mirar sólo cosas comunes, y sus mentes a reflexionar en lo que los ojos se habitúan a contemplar. Generalmente su experiencia religiosa es superficial e insatisfactoria, y sus palabras son livianas y sin valor. ¿Cómo pueden en esas condiciones reflejar la imagen de Cristo? ¿Cómo podrán difundir los brillantes rayos del Sol de Justicia en los lugares oscuros de la tierra? Ser cristiano es ser semejante a Cristo.- Review and Herald, 28 de abril de 1891

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