lunes, 26 de agosto de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

Cultivando el espíritu de Jesús

Sufriéndoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros si alguno tuviere queja del otro: de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Colosenses 3:13.

En este mundo encontraremos personas de diferentes opiniones y temperamentos, y debéis considerar que ellas no difieren más de vosotros que lo que vosotros diferís de ellas. ... Debemos cultivar la paciencia, la amabilidad, la bondad y el amor, y mantenernos unidos por el vínculo de la fraternidad.

Que el querido Salvador sea un huésped bienvenido en vuestro corazón. Si Cristo mora en vuestro corazón, manifestaréis a Cristo en vuestras palabras, la ley de bondad estará en vuestras lenguas, y tendréis paz interior. Entonces todo estará en paz afuera, y en vuestro corazón habrá melodías para Dios.—Carta 64, 1888, pp. 4, 5.

Hay una bienaventuranza para los pacificadores. ... ¡Ojalá que el Señor me imbuya de su Santo Espíritu, para que yo sea siempre lo que Cristo llama un pacificador! No me gusta el ambiente de dificultades y contenciones. Yo quiero poder decir la oración del Señor: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Oh, ¿cómo podemos pronunciar esta oración y no ser capaces de perdonar?

El juzgar a nuestros hermanos, el permitirnos abrigar sentimientos contra ellos, aun cuando pensemos que no nos han hecho un bien, no traerá bendición a nuestros corazones y no ayudará en ningún caso. No me atrevo a permitir que mis sentimientos se alimenten con todas mis aflicciones y que las repitan una vez y otra, y que se espacien en la atmósfera de la desconfianza, la enemistad y la disensión.

Hay luz en seguir a Jesús, en hablar de Jesús, en amar a Jesús, y yo no permitiré que mi mente hable o piense mal de mis hermanos. “De cierto os digo—dijo Cristo—que en cuanto lo hicisteis a uno de éstos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”. Mateo 25:40. No quiero sentir falta de bondad u hosquedad hacia nadie. No quiero ser una acusadora de mis hermanos. Satanás procurará conducir mi mente hacia eso, pero no puedo hacerlo. Quiero tener el Espíritu perdonador de Jesús.—Carta 74,

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