jueves, 29 de agosto de 2013

Nuestra Elevada Vocación.



Las bendiciones se difunden como la luz del sol

Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos: que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueve sobre justos e injustos.
Mateo 5:45.

Veo una provisión en todas las obras de Dios. ... Las nubes y la lluvia, tanto como los brillantes rayos del sol, tienen la misión de bendecir al hombre. El Dios de la naturaleza sabe justamente qué cosas necesitamos, y obra directamente enviando bendiciones sobre los justos y los injustos. Estoy tan agradecida porque las mentes finitas no tienen el control de las cosas. ¡Qué propósitos adversos se manifestarían!—Manuscrito 54, 1886.

En la comprensión humana hay una estrechez que es deshonrosa para Dios. Que aquel que proclama a Cristo como su Salvador no tenga el pensamiento de que las misericordias de Dios están dedicadas a él y a los pocos en quienes está interesado. El amor y la misericordia de Dios son para todos. Recibamos las señales divinas de su favor y devolvamos alabanza y agradecimiento a él por su bondad que es derramada sobre nosotros, no para ser atesorada, sino para ser compartida con los demás. ... Dios espera que cada uno que goza de su gracia difunda esta gracia con tanta abundancia como Cristo derrama sus misericordias. Así como el sol brilla sobre los justos y los injustos, así también el Sol de Justicia refleja luz a todo el mundo.—Manuscrito 31, 1911.

Las bendiciones de Dios, los rayos del sol y las lluvias, el calor y el frío, y toda bendición natural son dadas para el mundo. Ningún pueblo debe reclamar exclusividad. “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12), dijo Cristo. La luz es una bendición, una bendición universal, que derrama su tesoro sobre un mundo desagradecido, impío, desmoralizado. El Señor Jesús vino para demoler toda pared de exclusión, para derribar toda muralla en el templo donde Dios preside, para que cada oído pueda oir, para que cada ojo pueda ver, para que cada alma sedienta pueda beber del agua de la vida de balde.—Manuscrito 168, 1898.

Dios derrama bendiciones a todo lo largo de nuestro camino. ... Si así lo elegimos podemos llorar y lamentarnos y gemir y tropezar a cada paso, o podemos recoger las preciosas y fragantes flores y regocijarnos en el Señor por su bondad al hacer tan placentero nuestro camino hacia el cielo.—Carta 27, 1886, pp. 3.

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