miércoles, 9 de octubre de 2013

Nuestra Elevada Vocación.

Rompiendo el encantamiento del mundo

Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre.
1 Juan 2:17.

Las lecciones de Cristo eran de ese carácter para mostrar la importancia relativa del cielo y la tierra. El presenta ante la consideración de la mente que las demandas del cielo son de primera importancia. Las demandas de Dios son supremas. Pide todo el corazón, la mente, la fuerza y el vigor. El asigna su lugar a las cosas terrenas, y han de subordinarse a los intereses eternos.

Las tentaciones de Satanás presentan las cosas terrenas y las hacen absorbentes y atractivas, para que eclipsen a las realidades celestiales y se ponga en primer lugar el apego a este mundo; y esto se ha convertido en un poder tan grande que únicamente la omnipotencia puede quebrantarlo. La obra de Satanás consiste en encadenar los sentidos a este mundo. Cristo vino para romper el encantamiento satánico, para contrarrestar la obra de Satanás, y llevar cautiva la mente, apartándola de las cosas terrenas para fijarla en las celestiales. Solamente él puede romper el encantamiento. ... Unos pocos años más y el mundo y toda su gloria, lo cual el poder encantador del gran engañador ha convertido en objeto de adoración, han de ser quemados, con todos los embellecimientos del arte humano. ¿Qué se encontrará entonces para compensar la pérdida del alma humana?

El Príncipe de la vida llama la atención al mundo eterno. ... El quiere que la grandeza infinita del futuro llame la atención de las mentes de los hombres, y que el mundo actual ocupe un lugar subordinado en sus afectos. El pone en orden las cosas que Satanás ha trastocado. Habiendo sacado al mundo del trono donde había llegado a ser un poder rector y había sido adorado como un dios, le señala su debido lugar. ...

Si mantenemos en vista las realidades eternas, formaremos el hábito de cultivar pensamientos de la presencia de Dios. Esto será un escudo contra las incursiones del enemigo. Proporcionará fuerza y seguridad, y elevará el alma por encima del temor. Si respiramos la atmósfera del cielo, dejaremos de respirar el aire viciado del mundo. No permaneceremos en un sótano oscurecido, sino que subiremos a las cámaras superiores donde se abren las ventanas que miran hacia el cielo y reciben los brillantes rayos del Sol de Justicia.—Manuscrito 42, 1890, pp. 10-13.

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