viernes, 7 de marzo de 2014

SER SEMEJANTE A JESÚS.

Israel promete obedecer los mandamientos de Dios

Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.
Éxodo 24:7.

Se hizo entonces la preparación para la ratificación del pacto, de acuerdo con las instrucciones de Dios se cita. Éxodo 24:4-8...

Aquí los israelitas recibieron las condiciones del pacto. Hicieron un pacto solemne con Dios, que representaba el pacto hecho entre Dios y cada creyente en Jesucristo. Las condiciones fueron claramente presentadas delante del pueblo. No se los dejó librados a entenderlas mal. Cuando se les requirió que decidieran si convenían con todas las condiciones dadas, unánimemente consintieron en obedecer cada obligación. Ya habían consentido en obedecer los mandamientos de Dios. Fueron especificados entonces los principios de la ley para que ellos pudieran saber cuánto estaba implicado en comprometerse a obedecer la ley; y aceptaron los detalles específicamente definidos de la ley.

Si los israelitas hubiesen obedecido los requisitos de Dios, habrían sido cristianos prácticos. Habrían sido felices, pues habrían estado siguiendo por los caminos de Dios y no las inclinaciones de su propio corazón natural. Moisés no les dejó que interpretaran erróneamente las palabras del Señor o que aplicaran mal sus requisitos. Escribió todas las palabras del Señor en un libro para que después se pudiera hacer referencia a ellas. En el monte las había escrito como las dictó Cristo mismo.
Valientemente los israelitas pronunciaron las palabras que prometían obediencia al Señor, después de escuchar el pacto divino leído a oídos del pueblo. Dijeron: “Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos”. Entonces el pueblo fue puesto aparte y sellado para Dios. Se ofreció un sacrificio al Señor. Se asperjó sobre el altar una porción de la sangre del sacrificio. Esto significaba que el pueblo se había consagrado, cuerpo, mente y alma, a Dios. Una porción fue asperjada sobre el pueblo. Esto significaba que mediante la sangre asperjada de Cristo, Dios bondadosamente los aceptaba como su tesoro especial. Así los israelitas entraron en un pacto solemne con Dios.—Comentario Bíblico Adventista 1:121.

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