En el estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres. Juan 1:4.
Hace algunos años, mientras remábamos con mi esposo en el lago
Goguac [Míchigan, EE. UU.], vimos un hermoso lirio. Le pedí que
lo arrancara con un tallo tan largo como fuera posible y me lo
alcanzara. Lo hizo así, y yo lo examiné. En el tallo había un
canal a través del cual fluía el nutrimento adecuado para el
desarrollo del lirio. Tomaba ese nutrimento, rechazando la
vileza de la cual estaba rodeado. Tenía conexión con la arena
que estaba muy por debajo de la superficie, y de ella extraía la
sustancia que le permitía desarrollar... su hermosura.
Cristo dice: “Considerad los lirios
del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que
ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de
ellos”. Mateo 6:28, 29. Ningún artista puede reproducir los
hermosos tintes que Dios dio a las flores. “Y si la hierba del
campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste
así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? Vers. 30.
La naturaleza es nuestro libro de
texto. Cristo usó los objetos de la naturaleza para impresionar
la verdad sobre las mentes de sus oyentes... “No os afanéis,
pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos o qué
vestiremos?... Pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de
mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”. Vers.
31-34.
Hagamos todo lo que podamos para mostrar a nuestros hijos que
hay un cielo que ganar y un infierno que evitar. Enseñémosles a
luchar por la vida eterna... Críen a sus hijos en la admonición
del Señor, y los habrán hecho idóneos para trabajar en la
iglesia, idóneos para ir a los campos misioneros, idóneos para
brillar en las cortes del Señor.
Padres, no traten de seguir las modas siempre cambiantes de esta
época degenerada. No vale la pena. En el día final Dios les
preguntará: “¿Qué hicieron con mi rebaño, mi hermoso rebaño?”
¿Cómo le contestarán si traicionaron su cometido? Por amor de
Cristo, les ruego que protejan a sus hijos. No sean regañones o
atropellados. Háganlos pensar en cosas felices...
Esfuércense con todo el poder que Dios
les ha dado para ganar la corona de la vida eterna, a fin de que
puedan arrojarla a los pies del Redentor y, pulsando el arpa de
oro, llenen todo el cielo con hermosa música.—Manuscrito 31, del
14 de abril de 1901, “La vida cristiana”.*
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