domingo, 19 de abril de 2015

Atrayendo con Cristo


Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Juan 17:17.
La asimilación es una ley de la naturaleza humana. Con perseverancia incansable Satanás se esfuerza por usar esta ley, establecida por Dios para ser un poder para el bien, con el propósito de llevar adelante sus planes, tratando de combinar principios justos e injustos a fin de que, por medio de esta unión, el pecado pierda su apariencia ofensiva. Mezcla la paja con el trigo.
Los justos debieran asociarse con los malvados solamente para restaurar los principios de verdad que han sido casi completamente anulados. El que trata de ayudar y bendecir a otros debe depender enteramente de la provisión invisible pero esencial de gracia y fortaleza. Debe cooperar con Dios, si es que ha de tener éxito en la salvación de las almas que están a punto de perecer. Debe asociarse estrechamente con los instrumentos divinos, extrayendo mediante la fe, la gracia que tanto necesita para resistir a los elementos de la injusticia.
Cristo vio a Satanás copiando el modelo celestial por medio del uso de las asociaciones humanas, extendiendo así el contagio del mal, y decidió hacer de la iglesia un elemento de resistencia. El pueblo de Cristo no ha de apropiarse de los modales y costumbres del mundo, sino que debe estar impulsado por los principios que hacen de la iglesia sobre la tierra un símbolo de la iglesia del cielo, un canal a través del cual pueden fluir las ricas bendiciones del cielo.
Un bien incalculable puede alcanzarse cuando el justo obra con los impíos y en favor de ellos; pero demasiado a menudo quienes deben conducir a los pecadores a Dios no los atraen juntamente con Cristo... Los miembros de iglesia están bajo el compromiso solemne de formar caracteres diferentes en todo aspecto de los caracteres de los mundanos. Si no se produce un cambio en ellos antes de su unión con la iglesia, existe el peligro de que, aunque se han unido a ella, sean semejantes a los mundanos. Satanás triunfa cuando ve la levadura del mundo trabajando en la iglesia para destrucción de su pureza y santidad.
Es el plan de Dios que en su iglesia las influencias celestiales se fortalecen y estimulen por la cooperación de sus miembros con El. Su pueblo debe aumentar en fortaleza y eficacia, sabiendo que la atmósfera que rodea a las almas de los creyentes justos es la misma atmósfera de pureza, luz y amor del cielo. Mediante el compañerismo cristiano deben formar sus caracteres, asimilándolos al carácter de Cristo. En armonía con su fe, se asemejarán a Cristo en mansedumbre y humildad. A medida que el pueblo de Dios trata de cumplir este plan está contestando la oración de Cristo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. Juan 17:17.—Manuscrito 27, del 19 de abril de 1900, “El propósito de Dios para su pueblo”.*

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