Santifícalos en tu verdad;
tu palabra es verdad. Juan 17:17.
La asimilación es una ley de la naturaleza humana. Con
perseverancia incansable Satanás se esfuerza por usar esta ley,
establecida por Dios para ser un poder para el bien, con el
propósito de llevar adelante sus planes, tratando de combinar
principios justos e injustos a fin de que, por medio de esta
unión, el pecado pierda su apariencia ofensiva. Mezcla la paja
con el trigo.
Los justos debieran asociarse con los malvados solamente para
restaurar los principios de verdad que han sido casi
completamente anulados. El que trata de ayudar y bendecir a
otros debe depender enteramente de la provisión invisible pero
esencial de gracia y fortaleza. Debe cooperar con Dios, si es
que ha de tener éxito en la salvación de las almas que están a
punto de perecer. Debe asociarse estrechamente con los
instrumentos divinos, extrayendo mediante la fe, la gracia que
tanto necesita para resistir a los elementos de la injusticia.
Cristo vio a Satanás copiando el modelo celestial por medio del
uso de las asociaciones humanas, extendiendo así el contagio del
mal, y decidió hacer de la iglesia un elemento de resistencia.
El pueblo de Cristo no ha de apropiarse de los modales y
costumbres del mundo, sino que debe estar impulsado por los
principios que hacen de la iglesia sobre la tierra un símbolo de
la iglesia del cielo, un canal a través del cual pueden fluir
las ricas bendiciones del cielo.
Un bien incalculable puede alcanzarse cuando el justo obra con
los impíos y en favor de ellos; pero demasiado a menudo quienes
deben conducir a los pecadores a Dios no los atraen juntamente
con Cristo... Los miembros de iglesia están bajo el compromiso
solemne de formar caracteres diferentes en todo aspecto de los
caracteres de los mundanos. Si no se produce un cambio en ellos
antes de su unión con la iglesia, existe el peligro de que,
aunque se han unido a ella, sean semejantes a los mundanos.
Satanás triunfa cuando ve la levadura del mundo trabajando en la
iglesia para destrucción de su pureza y santidad.
Es el plan de Dios que en su iglesia
las influencias celestiales se fortalecen y estimulen por la
cooperación de sus miembros con El. Su pueblo debe aumentar en
fortaleza y eficacia, sabiendo que la atmósfera que rodea a las
almas de los creyentes justos es la misma atmósfera de pureza,
luz y amor del cielo. Mediante el compañerismo cristiano deben
formar sus caracteres, asimilándolos al carácter de Cristo. En
armonía con su fe, se asemejarán a Cristo en mansedumbre y
humildad. A medida que el pueblo de Dios trata de cumplir este
plan está contestando la oración de Cristo: “Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad”. Juan 17:17.—Manuscrito 27, del 19
de abril de 1900, “El propósito de Dios para su pueblo”.*
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