2 de julio
Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia. Apocalipsis 13:4.
“Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón”. Apocalipsis 13:11.
 Aunque profesan ser seguidores del Cordero de Dios, los hombres se 
llenan del espíritu del dragón. Profesan ser mansos y humildes pero 
hablan y legislan con el espíritu de Satanás, demostrando con sus actos 
que son todo lo contrario de lo que afirman ser. Este poder semejante a 
un cordero se une con el dragón para hacer guerra contra los que guardan
 los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Y 
Satanás se une con los protestantes y los papistas, obrando en armonía 
con ellos como príncipe de este mundo, e imponiéndose a los hombres como
 si ellos fueran súbditos de su reino y él estuviera facultado para 
manejarlos, gobernarlos y controlarlos a su antojo. Si los hombres se 
oponen a pisotear los mandamientos de Dios, entonces se revela el 
espíritu del dragón. Se los encarcela, se los lleva ante los tribunales y
 se les imponen multas. “Hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y 
pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o
 en la frente”. Vers. 16.
 “Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que 
la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase”. Vers. 15.
 Así usurpa Satanás las prerrogativas de Jehová. El hombre de pecado se 
instala en el sitial de Dios, proclamándose Dios y obrando por sobre 
Dios. 
Existe un marcado contraste entre los que 
tienen el sello de Dios y los que adoran a la bestia y a su imagen. Los 
fieles siervos del Señor tendrán que soportar la más encarnizada 
persecución por parte de falsos maestros que no prestarán atención a la 
Palabra de Dios y pondrán piedras de tropiezo en el camino de los que 
deseen oírla. Pero el pueblo de Dios no debe temer. Satanás no podrá 
trasponer su límite. El Señor será el amparo de su pueblo. Considera el 
daño hecho a sus siervos por causa de la verdad, como inferido a él 
mismo. Cuando se haya tomado la última decisión, cuando todos se hayan 
puesto de parte de Cristo y sus mandamientos o de parte del gran 
Apóstata, Dios se levantará en su poder y los labios de quienes han 
blasfemado contra él serán acallados para siempre. Todo poder opositor 
recibirá su castigo.5Carta 28p, 1900. 
Maranata, p.189.
 
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