Pocos se dan cuenta que en tiempos de Jesús había
dos templos en Israel. Había un templo majestuoso que era el favorito de
los judíos. Todos estaban orgullosos de él. Era el templo de Herodes al
que todos acudían con más o menos frecuencia. Estar en el templo y, más
aún, servir en el templo era uno de los mayores deseos de un israelita.
Aquellos que no frecuentaban el templo con asiduidad, como los pastores
de ovejas, eran mal vistos por los religiosos de la época. Pero había
un templo mayor que el de Herodes que era el templo de Jesucristo. (Juan
2:19-21) Menos llamativo, menos popular, pero lleno de poder
espiritual. Durante todo el ministerio de Jesús, estos dos templos
fueron las dos alternativas que tenía el pueblo de Israel, y
precisamente eso es lo que provocó constantes problemas al Hijo de Dios.
El templo de Jesucristo era una competencia para el negocio del templo
de Herodes y, tal y como dijo Jesús, los que se llamaban a si mismos
“maestros” espirituales se encargaron de destruir ese templo.
Siendo que Jesús no vive ahora con nosotros, ¿Qué
podemos hacer los cristianos modernos que no tenemos la posibilidad de
aprovecharnos de su presencia física? Jesús nos dejó abierto un camino
que nos lleva a su misma presencia para que podamos ser beneficiados de
su presencia y bendición. “El nos abrió un camino nuevo y vivo.” (Heb.
10:20) Ese camino nos lleva a su presencia en el santuario celestial. Y
para conocer el santuario celestial, necesitamos conocer de qué forma
Jesucristo está simbolizado en el santuario terrenal:
-En el Altar de Sacrificio, Jesús es el sacrificio por toda la humanidad.
-En el Lavacro, Jesús es la “fuente de agua viva”. (Jer. 2:13)
-En la Mesa de los Panes, Jesús es “el pan de vida que descendió del cielo.” (Juan 6:33, 35, 41,48…)
-En el Candelabro, Jesús es “la luz del mundo.” (Juan 8:12)
-En el Altar del Incienso, Jesús es el intercesor. (Hebreos 7:25; 9:24)
-En el Arca de la Alianza, Jesús es juez, y su carácter está reflejado en su ley. (Dan. 7:10)
El cristiano es aquel que es como Cristo. Así que
todo cristiano debe aprender del ejemplo de Jesucristo, tanto en su
ministerio terrenal como celestial (Heb. 4:14). Por eso:
-En el Altar de sacrificio, el cristiano se entrega a Dios para servir a los demás. (Rom.12:1; Jn. 15:13)
-En el Lavacro, el cristiano es “un río de agua viva.” (Juan 7:38)
-En la Mesa de los Panes, el cristiano es el que da de comer el pan (la Palabra) a otros. (Ecle. 11:1)
-En el Candelabro, el cristiano es “la luz del mundo”. (Mateo 5:14)
-En el Altar del Incienso, el cristiano ora por los demás. (Santiago 5:16)
-En el Arca de la Alianza, el cristiano es sellado con la ley de Dios en su mente y cuerpo. (Heb. 8:10)
El santuario celestial no es un lugar donde se
entra para practicar un ritual devocional, y se sale para seguir
viviendo como el mundo vive. No es sólo el lugar donde debemos acudir a
orar. El santuario es el lugar donde el verdadero cristiano mora por la
fe de forma permanente. Es por la fe como el cristiano debe vivir “como
viendo al invisible” (Heb. 11:27). Así se sostuvo Moisés, y sólo así se
sostendrán los cristianos. Enoc caminó con Dios y fue ascendido al
cielo, y el remanente tiene que caminar con Dios cada día como “viendo
al invisible” en el lugar más santo del santuario.
Los sacerdotes del pueblo judío entraban y salían
constantemente al templo y sólo lograron crucificar al Hijo de Dios. Y
el mismo Satanás entró en la presencia de Dios (Job 1:6), pero de nada
le valió.
El mundo está bajo la influencia de dos fuerzas, el
poder de Dios y el poder del pecado. Dios quiere demostrar a todo el
mundo que el poder de Dios es mayor que el del pecado. Así lo ha dejado
escrito (Rom.5:20) y así quiere demostrarlo al mundo entero alumbrándolo
con su gloria. (Ap. 18:1)
Sólo aquellos que aprendan a vivir por la fe en el
santuario celestial serán los que formen el remanente de Dios. Y sólo
aquellos que se acerquen a Jesús por la fe al trono de la gracia, en el
lugar santísimo, podrán obtener la gracia de Dios para vencer el pecado.
¿Dónde estás viviendo tú hoy?
Dios quiera que se cumpla en nosotros el deseo que
el rey David escribió en uno de sus salmos cuando dijo: “Que esté yo en
la casa de Jehová todos los días de mi vida.” (Salmo 27:4). Que eso
pueda ser posible para que aprendamos a hacer su voluntad, y podamos
vivir para siempre. (1ª Juan 2:17)
juan
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