Fui movida por el Espíritu de Dios a escribir ese libro (El conflicto de los siglos)... Sabía que el tiempo era corto, y que las escenas que pronto han de agolparse sobre nosotros por fin sucederán en forma repentina y rápida, como se presentan en las palabras de la Escritura. "El día del Señor vendrá así como ladrón en la noche" (1 Tes. 5:2).
El Señor ha puesto delante de mí asuntos que son de urgente importancia para el tiempo presente, y que se extienden hasta el futuro... Se me aseguró que no había tiempo que perder. Los llamados y amonestaciones deben darse. Nuestras iglesias deben ser despertadas, deben ser instruidas, para que den la amonestación a todos aquellos a quienes les sea posible alcanzar. Deben declarar que viene la espada, que la ira del Señor no será postergada sobre el mundo libertino. Se me mostró que muchos escucharían la amonestación. Sus mentes estarían preparadas para discernir precisamente las cosas que se les señalen.
Se me mostró... que la amonestación debe llegar a donde el predicador en persona no puede llegar, y que ella llamaría la atención de muchos a los importantes473 sucesos que ocurren en las escenas finales de la historia de este mundo.
Al presentarse delante de mí la condición de la iglesia y del mundo, contemplé las terribles escenas que nos esperan en el inmediato futuro, y fui alarmada por la perspectiva; y noche tras noche, mientras todos en la casa dormían, yo redacté las cosas que me fueron reveladas por Dios. Se me mostraron las herejías que se levantarán, los engaños que prevalecerán, el poder milagroso de Satanás -los falsos Cristos que aparecerán-, que engañarán a la mayor parte, aun en el mundo religioso, y que, si fuera posible, arrastrarán aun a los escogidos...
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