domingo, 17 de abril de 2022

Capítulo 14—En los Países Bajos y Escandinavia


En los Países Bajos se levantó muy temprano una enérgica protesta contra la tiranía papal. Setecientos años antes de los tiempos de Lutero, dos obispos que habían sido enviados en delegación a Roma, al darse cuenta del verdadero carácter de la “santa sede”, dirigieron sin temor al pontífice romano las siguientes acusaciones: Dios “hizo reina y esposa suya a la iglesia, y la proveyó con bienes abundantes para sus hijos, dotándola con una herencia perenne e incorruptible, entregándole corona y cetro eternos; [...] pero estos favores vos los habéis usurpado como un ladrón. Os introducís en el templo del Señor y en él os eleváis como Dios; en vez de pastor, sois el lobo de las ovejas, [...] e intentáis hacernos creer que sois el obispo supremo cuando no sois más que un tirano [...]. Lejos de ser siervo de siervos, como a vos mismo os llamáis, sois un intrigante que desea hacerse señor de señores [...]. Hacéis caer en el desprecio los mandamientos de Dios [...]. El Espíritu Santo es el edificador de las iglesias en todos los ámbitos del mundo [...]. La ciudad de nuestro Dios, de la que somos ciudadanos abarca todas las partes del cielo, y es mayor que la que los santos profetas llamaron Babilonia y que aseverando ser divina, se iguala al cielo, se envanece de poseer ciencia inmortal, y finalmente sostiene, aunque sin razón, que nunca erró ni puede errar jamás”. Brandt, History of the Reformation in and about the Low Countries 1:6.

Otros hombres se levantaron siglo tras siglo para repetir esta protesta. Y aquellos primitivos maestros que, atravesando diferentes países y conocidos con diferentes nombres, poseían el carácter de los misioneros valdenses y esparcían por todas partes el conocimiento del evangelio, penetraron en los Países Bajos. Sus doctrinas cundieron con rapidez. Tradujeron la Biblia valdense en verso al holandés. “En ella hay—decían—muchas ventajas; no tiene chanzas, ni fábulas, ni cuentos, ni engaños; solo tiene palabras de verdad. Bien puede tener por aquí y por allí alguna que otra corteza dura, pero aun en estos trozos no es difícil descubrir la médula y lo dulce de lo bueno y lo santo”. Ibíd., 1:14. Esto es lo que escribían en el siglo XII los amigos de la antigua fe. Luego empezaron las persecuciones de Roma; pero en medio de hogueras y tormentos seguían multiplicándose los creyentes que declaraban con firmeza que la Biblia es la única autoridad infalible en materia de religión, y que “ningún hombre debe ser obligado a creer, sino que debe ser persuadido por la predicación”. Martyn 2:87.

LEER: https://m.egwwritings.org/es/book/1710.1150#1150

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