jueves, 21 de septiembre de 2023

¿Confesaremos o negaremos a Cristo?


En nuestro trato con la sociedad, en la familia, o en cualesquiera relaciones que trabemos en la vida, sean ellas limitadas o extensas, hay muchas maneras por las cuales podemos reconocer a nuestro Señor, y muchas maneras por las cuales le podemos negar. Podemos negarle en nuestras palabras, por hablar mal de otros, por conversaciones insensatas, bromas y burlas, por palabras ociosas o desprovistas de bondad, o prevaricando al hablar contrariamente a la verdad. Con nuestras palabras podemos confesar que Cristo no está en nosotros. Con nuestro carácter podemos negarle, amando nuestra comodidad, rehuyendo los deberes y las cargas de la vida que alguien debe llevar si nosotros no lo hacemos, y amando los placeres pecaminosos. También podemos negar a Cristo por el orgullo de los vestidos y la conformidad al mundo, o por una conducta descortés. Podemos negarle amando nuestras propias opiniones, y tratando de ensalzar y justificar el yo. Podemos también negarle permitiendo que la mente se espacie en un sentimiento de amor enfermizo y meditando en nuestra supuesta mala suerte y pruebas. Nadie puede confesar verdaderamente a Cristo delante del mundo, a menos que viva en él la mente y el espíritu de Cristo. Es imposible comunicar lo que no poseemos. La conversación y la conducta deben ser una expresión verdadera y visible de la gracia y verdad interiores. Si el corazón está santificado, será sumiso y humilde, los frutos se verán exteriormente, y ello será una muy eficaz confesión de Cristo. Las palabras y la profesión de fe no bastan. Vd., hermana mía, debe tener algo más que esto. Está engañándose a sí misma. Su espíritu, su carácter y sus acciones no manifiestan un espíritu de mansedumbre, abnegación y caridad. Las palabras y la profesión de fe pueden expresar mucha humildad y amor, pero si la conducta no está regida por la gracia de Dios, no se participa del don celestial, no se ha abandonado todo para Cristo, la voluntad no se ha rendido para seguirle a él. Vd. peca y niega a su Salvador al espaciarse en pensamientos lúgubres, al acumular pesares y tomar prestadas aflicciones. Introduce en el día de hoy las aflicciones de mañana, amarga su corazón, impone cargas y nubes a los que la rodean y se fabrica pruebas. El precioso tiempo de gracia que Dios le ha dado para que haga bien y se enriquezca con buenas obras, Vd. lo emplea imprudentemente en pensamientos de pesar y en edificar castillos en el aire. Deja que su imaginación se espacie en temas que no le traerán alivio ni felicidad. Sus sueños se oponen directamente a que obtenga una experiencia sana e inteligente en las cosas de Dios y una idoneidad moral para una vida mejor. Recibida en el corazón, la verdad de Dios puede hacernos sabios para salvación. Al creerla y obedecerla, recibiremos gracia suficiente para los deberes y las pruebas de hoy. No necesitamos la gracia para mañana. Debemos comprender que hemos de tratar tan sólo con el día de hoy. Venzamos hoy; neguémonos a nosotros mismos; velemos y oremos ahora. Obtengamos victorias en Dios hoy. Las circunstancias y el ambiente que nos rodean, los cambios que se realizan diariamente alrededor nuestro y la Palabra escrita de Dios que discierne y prueba todas las cosas bastan para enseñarnos nuestro deber y lo que debemos hacer día tras día. En vez de permitir que nuestra mente se espacie en pensamientos de los cuales no obtenemos beneficio alguno, debemos escudriñar las Escrituras diariamente y cumplir en la vida cotidiana los deberes que tal vez ahora nos resulten penosos, pero que alguien debe cumplir. Las bellezas de la naturaleza tienen una lengua que habla incesantemente a nuestros sentidos. El corazón abierto puede ser impresionado por el amor y la gloria de Dios, que se notan en las obras de sus manos. El oído atento puede oír y comprender las comunicaciones de Dios mediante las obras de la naturaleza. Hay una lección en el rayo de sol, y en los diversos objetos de la naturaleza que Dios presenta a nuestra vista. Los campos verdes, los altos árboles, los pimpollos y las flores, la nube pasajera, la lluvia que cae, el arroyo que murmura, el sol, la luna y las estrellas del firmamento, todas estas cosas atraen nuestra atención y meditación y nos invitan a conocer al Dios que lo hizo todo. Las lecciones que se pueden aprender de los diversos objetos del mundo natural son las siguientes: Ellos son obedientes a la voluntad de su Creador, nunca niegan a Dios ni rehusan obedecer cualquier indicación de su voluntad. Los seres caídos son los únicos que se niegan a rendir plena obediencia a su Hacedor. Sus palabras y obras están en discrepancia con Dios y se oponen a los principios de su gobierno. ...

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