lunes, 4 de septiembre de 2023

La dracma perdida


La dracma perdida representa los pecadores extraviados y errantes. El cuidado con que la mujer buscó la dracma perdida les enseña a los seguidores de Cristo una lección con respecto a su deber hacia los que yerran y se extravían de la senda recta. La mujer encendió su candil para tener más luz, luego barrió la casa y buscó diligentemente hasta encontrar la moneda.

Aquí se define claramente cuál es el deber de los cristianos hacia aquellos que necesitan ayuda porque se han apartado de Dios. No se debe abandonar en las tinieblas y el error a aquellos que han errado, sino que deben emplearse todos los medios de que se disponga para traerlos de nuevo a la luz. Se enciende el candil, y, mediante fervientes oraciones en procura de luz celestial para encarar los casos de aquellos que se encuentran cercados por las tinieblas y la incredulidad, se escudriña la Palabra de Dios para hallar puntos claros de la verdad, a fin de que los cristianos se encuentren tan fortificados con los argumentos que surgen de ella, con sus amonestaciones, amenazas y expresiones de ánimo, que puedan alcanzar a los que se han apartado. La indiferencia y la negligencia tendrán que hacer frente al desagrado de Dios. Cuando la mujer encontró la dracma, llamó a sus amigos y vecinos y les dijo: “Dadme el parabién, porque he hallado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.” Lucas 15:9, 10. Si los ángeles de Dios se regocijan cuando los pecadores ven y confiesan sus errores y retornan al compañerismo de sus hermanos, cuánto más deberían alegrarse los seguidores de Cristo, siendo pecadores ellos mismos, ya que cada día necesitan del perdón de Dios y de sus hermanos, al ver regresar a su hermano o hermana que fuera engañado por los sofismas de Satanás y siguiera una conducta equivocada que le ocasionó sufrimiento. En lugar de mantener a distancia a los errantes, los hermanos deben ir a su encuentro. En lugar de censurarlos porque están en las tinieblas, deben encender sus propias lámparas para obtener más gracia divina y un conocimiento más claro de las Escrituras, de modo que puedan disipar las tinieblas de aquellos que están en el error, gracias a la luz que les traen. Y cuando tienen éxito, y los apóstatas comprenden su error y se avienen a seguir en pos de la luz, deben recibirlos alegremente, y no con un espíritu de murmuración o haciendo un esfuerzo para darles a entender la magnitud de su pecado, por cuya causa se ha requerido preocupación extraordinaria, ansiedad, y fatigoso trabajo. Si los puros ángeles de Dios saludan el evento con alegría, cuánto más deben regocijarse los hermanos, quienes a su vez han necesitado simpatía, amor y ayuda cuando han errado y no han sabido cómo salir del paso al encontrarse en las tinieblas.

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