CORAZONES LLENOS DE LA PAZ DE
CRISTO
"Para que
todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno
en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste." Juan 17: 21.
Así como Cristo vino al mundo para buscar y salvar las almas que
perecen, a fin de que pudieran tener la luz de la verdad, ha encomendado la
misma obra a los que lo aceptan como su Salvador. "Por ellos yo me santifico a
mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad" (Juan 17: 19).
¡Cuán importante es que estemos arraigados y fundados en la verdad! Lo
falso nada tiene que ver con la verdad. El Señor Jesús ha prometido que si lo
recibimos por fe y creemos que es nuestro Modelo, nos dará la "potestad de ser
hechos hijos de Dios". El Evangelio de Jesucristo contiene los grandes
principios de toda verdad, expresados mediante una vida pura. Estos principios
tienen que ser proclamados al mundo con amor y con verdadera justicia. En todo
nuestro trato mutuo tenemos que obedecer los preceptos de la ley de Dios. "Y por
ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la
verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer
en mí por la palabra de ellos" (Juan 17: 19, 20).
Gracias a todas estas
palabras podemos ver cuánto depende del carácter de los que pretenden creer el
Evangelio de Jesucristo. El mundo juzgará al Salvador por las vidas de sus
seguidores. Cualquiera que, mediante palabras o hechos, se aparte de los
principios vivientes de la verdad, deshonra a su Salvador y lo expone a pública
vergüenza.
Crea cada alma en Cristo, y reciba el poder que él ha
prometido, para que pueda ser un hijo de Dios que sostiene la verdad
conscientemente, pues sus principios están entrelazados con sus palabras, su
espíritu y todo lo que hace. De ese modo los cristianos pueden convertirse en
una influencia refinadora y purificadora, que contrarreste la religión falsa y
la infidelidad. Su presencia introduce la gran influencia de los principios
celestiales y hace de ellos, por medio de Cristo, un honor para el Evangelio.
Aumentan su poder para comunicar la gracia santificadora del cielo, con lo que
también se acrecienta continuamente su influencia por medio del permanente
aumento de su reverencia por la verdad. Sus corazones están llenos de la paz de
Cristo ( Carta 327 , del 10 de diciembre de 1905, dirigida a W. C. White).