Si Martín Lutero levantara la cabeza...
El mas distinguido de todos los que fueron llamados a guiar a la iglesia de las tinieblas del papado a la luz de una fe más pura, fué Martín Lutero. Celoso, ardiente y abnegado, sin más temor que el temor de Dios y sin reconocer otro fundamento de la fe religiosa que el de las Santas Escrituras, fué Lutero el hombre de su época. Por su medio realizó Dios una gran obra para reformar a la iglesia e iluminar al mundo. (El Conflicto de los Siglos, pág. 129)
En un llamamiento que dirigió Lutero al emperador y a la nobleza de Alemania en pro de la reforma del cristianismo, decía refiriéndose al papa: “Es una cosa horrible contemplar al que se titula vicario de Jesucristo ostentando una magnificencia superior a la de los emperadores. ¿Es esto parecerse al pobre Jesús o al humilde San Pedro? ¡El es, dicen, el señor del mundo! Mas Cristo, del cual se jacta ser el vicario, dijo: ‘Mi reino no es de este mundo.’ El reino de un vicario ¿se extendería más allá que el de su Señor?”—D’Aubigné, lib. 6, cap. 3 (Ibid.)