En el actual estado de la sociedad, no es tarea fácil para los padres refrenar a sus hijos e instruirlos de acuerdo con la norma de lo recto que establece la Biblia. Los que profesan tener religión se han apartado de la Palabra de Dios a tal punto, que cuando los hijos de Dios vuelven a su Palabra sagrada, y quieren educar a sus hijos según sus preceptos y, como antiguamente lo hizo Abrahán, mandar a su familia después de sí, los pobres niños, que sientan tal influencia en derredor de sí, piensan que sus padres son innecesariamente exigentes y demasiado estrictos para con ellos con respecto a sus compañías. Desean naturalmente seguir el ejemplo de aquellos que profesan ser cristianos, y, sin embargo, aman los placeres y el mundo.
En estos tiempos, no se conocen casi las persecuciones y el oprobio por amor de Cristo. Muy poca abnegación y sacrificio son necesarios para asumir una forma de piedad y hacer inscribir el nombre de uno en los registros de la iglesia; pero el vivir de tal manera que nuestros caminos agraden a Dios y nuestros nombres estén registrados en el libro de la vida, requerirá vigilancia y oración, abnegación y sacrificio de nuestra parte. Los que profesan ser cristianos no son ejemplo para la juventud, sino tan sólo en la medida en que sigan a Cristo. Las buenas acciones son inequívocos frutos de la verdadera piedad. El Juez de toda la tierra dará a cada uno conforme a sus obras. Los niños que siguen a Cristo tienen una lucha delante de sí; tienen que llevar diariamente una cruz para salir del mundo, mantenerse separados e imitar la vida de Cristo.