La obra de la madre es muy importante y sagrada. Debe enseñar a sus hijos desde la cuna a practicar hábitos de abnegación y dominio propio. Si su tiempo se dedica mayormente a las insensateces de esta época de degeneración, si el vestido y las diversiones ocupan su precioso tiempo, sus hijos no recibirán la educación esencial para adquirir un carácter correcto. La madre cristiana no debe manifestar ansiedad simplemente por lo exterior, sino porque sus hijos tengan una constitución sana y se apoyen en buenos principios de moral.
Muchas madres que deploran la intemperancia que existe por doquiera, no miran bastante hondo para ver la causa. Están preparando diariamente una variedad de platos muy sazonados, que tientan al apetito e incitan a comer demasiado. Las mesas de nuestro pueblo norteamericano se preparan generalmente de una manera que contribuye a formar borrachos. El apetito es el principio que rige a un numeroso grupo de personas. Todo aquel que complace el apetito comiendo demasiado a menudo, e ingiere alimentos malsanos, debilita su poder de resistir a los clamores del apetito y la pasión en otros respectos, en la proporción en que ha fortalecido la propensión a los hábitos incorrectos relacionados con el comer. Es necesario inculcar en las madres la obligación que tienen para con Dios y el mundo, de dar a la sociedad hijos de carácter bien desarrollado. Los hombres y mujeres que suben al escenario de acción con principios firmes, estarán preparados para permanecer puros en medio de las contaminaciones morales de esta era corrompida.*****
Siendo que un estado mental sano depende de la condición normal de las fuerzas vitales, ¡cuánto cuidado debería ejercerse para no usar estimulantes ni narcóticos! El tabaco es un veneno lento e insidioso, y sus efectos son más difíciles de eliminar del organismo que los del alcohol. ¿Qué fuerza puede tener el devoto del tabaco para detener los progresos de la intemperancia? Debe haber una revolución en nuestro mundo con respecto al tabaco antes que se ponga el hacha a la raíz del árbol.
Pero vayamos un paso más adelante. El té y el café están fomentando el anhelo de ingerir estimulantes más fuertes, como el tabaco y las bebidas alcohólicas. Avancemos un poco más, hasta examinar las comidas diarias, las mesas que se tienden en las familias cristianas. ¿Se práctica la temperancia en todas las cosas? ¿Se practican allí las reformas esenciales para la salud y la felicidad? Todo verdadero cristiano debe dominar su apetito y sus pasiones. A menos que esté libre de la servidumbre y esclavitud del apetito, no puede ser siervo fiel y obediente de Cristo. La complacencia del apetito y la pasión hacen que la verdad no tenga efecto sobre el corazón. Es imposible que el espíritu y el poder de la verdad santifiquen a un hombre en alma, cuerpo y espíritu cuando está dominado por el apetito y la pasión. Todos deben custodiar los sentidos, no sea que Satanás obtenga la victoria sobre ellos; porque son las avenidas del alma.*****
Como pueblo, profesamos ser reformadores, portadores de luz para el mundo y fieles centinelas de Dios que custodian toda avenida por la cual Satanás podría penetrar con sus tentaciones para pervertir el apetito. Nuestro ejemplo e influencia deben ser un poder de parte de la reforma. Debemos abstenernos de toda práctica que pudiera embotar la conciencia o estimular la tentación. No debemos abrir puerta alguna que dé a Satanás acceso a la mente de un ser humano formado a la imagen de Dios. Si todos fuesen vigilantes y fieles para custodiar las pequeñas brechas abiertas por el uso moderado de los así llamados vinos y sidras inofensivos, se cerraría el camino a la embriaguez. Lo que se necesita en toda comunidad es un propósito firme, y una voluntad de no gustar ni aun tocar lo malo; entonces la reforma de la temperancia será firme, permanente y cabal.