domingo, 5 de noviembre de 2023

Los ministros deben dar el ejemplo


Los ministros de Cristo, que profesan ser sus representantes, deben seguir su ejemplo, y ante todo deben adquirir hábitos de estricta temperancia. Deben mantener la vida y el ejemplo de Cristo delante de la gente por medio de su propia vida abnegada, de sacrificio propio y activa generosidad. Cristo venció el apetito en favor de los hombres; y en su lugar ellos deben presentar a los demás un ejemplo digno de ser imitado. Los que no sienten la necesidad de dedicarse a la obra de vencer al apetito, dejarán de obtener preciosas victorias, y llegarán a ser esclavos del apetito y la concupiscencia, que están llenando la copa de iniquidad de los que moran en la tierra.

Los hombres que se dedican a dar el último mensaje de amonestación al mundo, un mensaje que ha de decidir el destino de las almas, deben hacer en su propia vida una aplicación práctica de las verdades que predican a los demás. Deben ser para la gente ejemplos en su manera de comer y beber y en su casta conversación y comportamiento. En todas partes del mundo, la glotonería, la complacencia de las pasiones viles y los pecados graves son ocultados bajo el manto de la santidad por muchos que profesan representar a Cristo. Hay hombres de excelente capacidad natural, cuya labor no alcanza a la mitad de lo que podría ser si ellos fuesen templados en todas las cosas. La satisfacción del apetito y la pasión embota la mente, disminuye la fuerza física y debilita el poder moral. Sus pensamientos no son claros. No pronuncian sus palabras con poder; éstas no son vivificadas por el Espíritu de Dios para alcanzar los corazones de los oyentes. Así como nuestros primeros padres perdieron el Edén por complacer el apetito, nuestra única esperanza de reconquistar el Edén consiste en dominar firmemente el apetito y la pasión. La abstinencia en el régimen alimenticio y el dominio de todas las pasiones conservarán el intelecto y darán un vigor mental y moral que capacitará a los hombres para poner todas sus propensiones bajo el dominio de las facultades superiores, para discernir entre lo bueno y lo malo, lo sagrado y lo profano. Todos los que tienen un verdadero sentido del sacrificio hecho por Cristo al abandonar su hogar del cielo para venir a este mundo a fin de mostrar al hombre, por su propia vida, cómo resistir la tentación, se negarán alegremente a sí mismos y resolverán participar de los sufrimientos de Cristo.

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