"Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo." Mat. 20: 25-27.
Ningún ser humano se debe sentar en el sitial más elevado para aceptar la alabanza de los demás, olvidándose de que sus tesoros pertenecen a Dios. Se promete la bendición del Señor a los que tienen hambre y sed de justicia, pero nada es más ofensivo que tener hambre y sed de la alabanza de los hombres.
Cuando el Señor pese en las balanzas del santuario las acciones de los que luchan por ocupar el primer lugar, y cuando vean cómo considera él tales contiendas, se humillarán junto a su estrado, avergonzados de su conducta. No todos pueden ocupar el primer lugar; no todos pueden ser amos. Caminen humildemente delante de Dios, y reconózcanlo como su amo. Es una gran desgracia el que sean incapaces de percibir en los demás características más excelentes y facultades más útiles que las de ustedes mismos.
Si estamos dispuestos a participar de la naturaleza divina, Dios nos va a capacitar para que encontremos felicidad en la actividad, y descanso en el yugo de Cristo. Si usamos correctamente las facultades que el Señor nos ha conferido, y oramos, esperamos, vigilamos y trabajamos, llevando el yugo de Cristo y aprendiendo cada día de él que es manso y humilde de corazón, gozaremos de gran alegría en nuestras vidas.
Si no fuera por los dones y bendiciones gratuitos de Dios, fracasaríamos para la eternidad. Por lo tanto, nadie entone sus propias alabanzas, satisfaciéndose con su supuesta sabiduría. Si sus talentos fueran el resultado de su propia creación, la alabanza propia tendría algo de lógica. Pero el hombre no tiene nada que sea suyo. No manifestemos nuestra falta de verdadera sabiduría al exaltarnos a nosotros mismos. Inclinémonos humildemente a los pies del que nos ha dado nuestros talentos. . .
Todo talento debe ser empleado correctamente puesto que es un cometido sagrado. Aquellos a quienes Dios ha hecho sus mayordomos tienen que escudriñar fervientemente las Escrituras para que puedan comunicar sus verdades a los demás, dirigiéndolos por la senda que ha sido trazada para los redimidos del Señor ( Manuscrito 88 , del 10 de julio de 1898, "La Parábola del Mayordomo").
Ningún ser humano se debe sentar en el sitial más elevado para aceptar la alabanza de los demás, olvidándose de que sus tesoros pertenecen a Dios. Se promete la bendición del Señor a los que tienen hambre y sed de justicia, pero nada es más ofensivo que tener hambre y sed de la alabanza de los hombres.
Cuando el Señor pese en las balanzas del santuario las acciones de los que luchan por ocupar el primer lugar, y cuando vean cómo considera él tales contiendas, se humillarán junto a su estrado, avergonzados de su conducta. No todos pueden ocupar el primer lugar; no todos pueden ser amos. Caminen humildemente delante de Dios, y reconózcanlo como su amo. Es una gran desgracia el que sean incapaces de percibir en los demás características más excelentes y facultades más útiles que las de ustedes mismos.
Si estamos dispuestos a participar de la naturaleza divina, Dios nos va a capacitar para que encontremos felicidad en la actividad, y descanso en el yugo de Cristo. Si usamos correctamente las facultades que el Señor nos ha conferido, y oramos, esperamos, vigilamos y trabajamos, llevando el yugo de Cristo y aprendiendo cada día de él que es manso y humilde de corazón, gozaremos de gran alegría en nuestras vidas.
Si no fuera por los dones y bendiciones gratuitos de Dios, fracasaríamos para la eternidad. Por lo tanto, nadie entone sus propias alabanzas, satisfaciéndose con su supuesta sabiduría. Si sus talentos fueran el resultado de su propia creación, la alabanza propia tendría algo de lógica. Pero el hombre no tiene nada que sea suyo. No manifestemos nuestra falta de verdadera sabiduría al exaltarnos a nosotros mismos. Inclinémonos humildemente a los pies del que nos ha dado nuestros talentos. . .
Todo talento debe ser empleado correctamente puesto que es un cometido sagrado. Aquellos a quienes Dios ha hecho sus mayordomos tienen que escudriñar fervientemente las Escrituras para que puedan comunicar sus verdades a los demás, dirigiéndolos por la senda que ha sido trazada para los redimidos del Señor ( Manuscrito 88 , del 10 de julio de 1898, "La Parábola del Mayordomo").
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