Pequeñas grandes cosas
Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas: pues que nuestras viñas están en cierne. Cantares 2:15.
Dios quiere que obremos correctamente en los asuntos de importancia, y también nos dice que la fidelidad en las cosas pequeñas nos capacitará para ocupar posiciones de confianza.
Las buenas cualidades que muchos poseen están ocultas, y en lugar de atraer las almas a Cristo, las repelen. Si estas personas pudieran ver la influencia de sus modales descorteses y expresiones descomedidas manifestadas ante los incrédulos, y pudieran comprender cuán ofensiva es esta conducta ante la vista de Dios, reformarían sus hábitos, porque la falta de cortesía es una de las piedras de tropiezo más grandes para los pecadores. Los cristianos egoístas, quejosos y amargados entorpecen el camino para que los pecadores no se interesen en acercarse a Cristo.
Si pudiéramos ver debajo de la superficie de las cosas veríamos que la mitad de las desgracias de la vida se deben al enojo y a las palabras descomedidas, que podrían haberse evitado. Muchos traen el infierno a la tierra para sí mismos y para quienes deberían confortar y bendecir. Estas personas no son dignas de llevar el nombre de cristianos.
Algunas personas hablan en una forma dura y descortés, que hiere los sentimientos de los demás, y luego se justifican diciendo: “Ese es mi modo de ser; siempre digo lo que pienso”; y exaltan este mal rasgo de carácter como una virtud. Debiera reprocharse firmemente su comportamiento descortés.—The Review and Herald, 1 de septiembre de 1885.
Esa palabra sin bondad debió dejarse sin pronunciar; esa desconsideración egoísta por la felicidad de otros, debería ceder el lugar a la simpatía y a la preocupación. La verdadera cortesía, unida con la verdad y la justicia, harán que la vida sea no sólo útil sino también fragante.
La integridad, la justicia y la bondad cristianas unidas, constituyen una hermosa combinación. La cortesía es una de las gracias del espíritu. Es un atributo del cielo. Los ángeles del cielo nunca se apasionan. Nunca son envidiosos, egoístas y celosos. Ninguna palabra dura o carente de verdad sale de sus labios. Y si hemos de ser los compañeros de los ángeles, nosotros también debemos ser refinados y corteses.—Ibid.
Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas: pues que nuestras viñas están en cierne. Cantares 2:15.
Dios quiere que obremos correctamente en los asuntos de importancia, y también nos dice que la fidelidad en las cosas pequeñas nos capacitará para ocupar posiciones de confianza.
Las buenas cualidades que muchos poseen están ocultas, y en lugar de atraer las almas a Cristo, las repelen. Si estas personas pudieran ver la influencia de sus modales descorteses y expresiones descomedidas manifestadas ante los incrédulos, y pudieran comprender cuán ofensiva es esta conducta ante la vista de Dios, reformarían sus hábitos, porque la falta de cortesía es una de las piedras de tropiezo más grandes para los pecadores. Los cristianos egoístas, quejosos y amargados entorpecen el camino para que los pecadores no se interesen en acercarse a Cristo.
Si pudiéramos ver debajo de la superficie de las cosas veríamos que la mitad de las desgracias de la vida se deben al enojo y a las palabras descomedidas, que podrían haberse evitado. Muchos traen el infierno a la tierra para sí mismos y para quienes deberían confortar y bendecir. Estas personas no son dignas de llevar el nombre de cristianos.
Algunas personas hablan en una forma dura y descortés, que hiere los sentimientos de los demás, y luego se justifican diciendo: “Ese es mi modo de ser; siempre digo lo que pienso”; y exaltan este mal rasgo de carácter como una virtud. Debiera reprocharse firmemente su comportamiento descortés.—The Review and Herald, 1 de septiembre de 1885.
Esa palabra sin bondad debió dejarse sin pronunciar; esa desconsideración egoísta por la felicidad de otros, debería ceder el lugar a la simpatía y a la preocupación. La verdadera cortesía, unida con la verdad y la justicia, harán que la vida sea no sólo útil sino también fragante.
La integridad, la justicia y la bondad cristianas unidas, constituyen una hermosa combinación. La cortesía es una de las gracias del espíritu. Es un atributo del cielo. Los ángeles del cielo nunca se apasionan. Nunca son envidiosos, egoístas y celosos. Ninguna palabra dura o carente de verdad sale de sus labios. Y si hemos de ser los compañeros de los ángeles, nosotros también debemos ser refinados y corteses.—Ibid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario