Eligiendo la obra de mi vida
Deberíamos pesar cuidadosamente todo lo que se relaciona con la obra que emprendemos. ¿Será este trabajo una bendición para las almas? Dios no nos ha dado un trabajo solamente para mantenernos ocupados, sino para la gloria de su nombre. Muchos están muy ocupados en juntar leña, heno y rastrojo, pero todo esto será consumido.
Cada hombre, por designación divina, tiene su puesto de trabajo. Debiera preguntarse cuidadosamente y con oración: ¿Qué deber se nos ha asignado individualmente, como hombres y mujeres, bajo la responsabilidad de rendir cuentas a Dios? Debemos cumplir fielmente nuestro trabajo, ya se trate de una obra enteramente limitada a las cosas espirituales, o de una combinación entre las cosas temporales y las espirituales. Las cosas seculares y las sagradas deben combinarse, pero las cosas espirituales no deben quedar ocultas por cosas seculares. Cristo requiere el servicio de todo el ser, de las facultades físicas, morales y mentales combinadas. Estas deben ponerse al servicio de Dios. El hombre debe recordar que Dios es el propietario de todo, y que sus ocupaciones humanas están investidas con una santidad que no poseían antes que él se alistara en el ejército del Señor. Cada acción debe ser una acción consagrada, porque ocupa el talento del tiempo que ha sido confiado por Dios. Todas las acciones de tal persona están marcadas con el sello de santidad al Señor, porque todo su ser ha sido puesto bajo el control de Dios.
No debiera emprenderse ningún negocio, aun en la vida común, si es corruptor en su influencia sobre los sentidos. Nos encontramos en la escuela preparatoria del Señor, y él posee sus propios medios para ponernos a su servicio. ... Muchos están preocupados porque no están trabajando directamente para el adelantamiento del reino de Dios. Pero no debe despreciarse ni aun el trabajo más humilde. Si es un trabajo honrado, es una bendición, y puede conducir a los lugares más elevados de la obra.—Manuscrito 49, 1898.
Ya sea que tengamos delante de nosotros un año, o cinco o diez debemos ser fieles a nuestro cargo de hoy. Debemos realizar los deberes de cada día tan fielmente como si ese día fuera el último en que vivimos.—The Review and Herald, 25 de octubre de 1881, pp. 1.
La obra de cada uno será manifestada: porque el día la declarará; porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego hará la prueba. 1 Corintios 3:13.
Deberíamos pesar cuidadosamente todo lo que se relaciona con la obra que emprendemos. ¿Será este trabajo una bendición para las almas? Dios no nos ha dado un trabajo solamente para mantenernos ocupados, sino para la gloria de su nombre. Muchos están muy ocupados en juntar leña, heno y rastrojo, pero todo esto será consumido.
Cada hombre, por designación divina, tiene su puesto de trabajo. Debiera preguntarse cuidadosamente y con oración: ¿Qué deber se nos ha asignado individualmente, como hombres y mujeres, bajo la responsabilidad de rendir cuentas a Dios? Debemos cumplir fielmente nuestro trabajo, ya se trate de una obra enteramente limitada a las cosas espirituales, o de una combinación entre las cosas temporales y las espirituales. Las cosas seculares y las sagradas deben combinarse, pero las cosas espirituales no deben quedar ocultas por cosas seculares. Cristo requiere el servicio de todo el ser, de las facultades físicas, morales y mentales combinadas. Estas deben ponerse al servicio de Dios. El hombre debe recordar que Dios es el propietario de todo, y que sus ocupaciones humanas están investidas con una santidad que no poseían antes que él se alistara en el ejército del Señor. Cada acción debe ser una acción consagrada, porque ocupa el talento del tiempo que ha sido confiado por Dios. Todas las acciones de tal persona están marcadas con el sello de santidad al Señor, porque todo su ser ha sido puesto bajo el control de Dios.
No debiera emprenderse ningún negocio, aun en la vida común, si es corruptor en su influencia sobre los sentidos. Nos encontramos en la escuela preparatoria del Señor, y él posee sus propios medios para ponernos a su servicio. ... Muchos están preocupados porque no están trabajando directamente para el adelantamiento del reino de Dios. Pero no debe despreciarse ni aun el trabajo más humilde. Si es un trabajo honrado, es una bendición, y puede conducir a los lugares más elevados de la obra.—Manuscrito 49, 1898.
Ya sea que tengamos delante de nosotros un año, o cinco o diez debemos ser fieles a nuestro cargo de hoy. Debemos realizar los deberes de cada día tan fielmente como si ese día fuera el último en que vivimos.—The Review and Herald, 25 de octubre de 1881, pp. 1.
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