El estudio de la Biblia fortalece el intelecto
Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso. Proverbios 30:5, 6.
Nuestra carga ahora es convencer a las almas de la verdad. Eso se puede hacer mejor mediante esfuerzos personales, llevando la verdad a sus casas, orando con ellos y abriendo ante ellos las Escrituras.
Todos los que se dedican a esta labor personal, como así también el ministro que predica la Palabra, deben tener mucho cuidado de no volverse mecánicos en su manera de obrar. Deben aprender constantemente. Deben tener un celo concienzudo por poseer las calificaciones más elevadas, para llegar a ser capaces en las Escrituras... Deben cultivar hábitos de actividad mental y dedicarse especialmente a la oración y al estudio diligente de las Escrituras. Muchos son culpables de deficiencias en este punto. Las demandas de Dios sobre ellos no son pequeñas. Pero están contentos con el entendimiento limitado que tienen de las Escrituras, y no tratan de mejorar ni la mente ni los hábitos.
Cada línea de la historia profética, cada lección práctica dada por Cristo, debería estudiarse cuidadosamente para que no sean hallados faltos en alguna cosa. La mente gana en fuerza, anchura y agudeza por medio del ejercicio activo. Tiene que trabajar o se debilitará. Debe acostumbrarse a pensar, a pensar en forma habitual, o en gran medida perderá la facultad de hacerlo. Que la mente luche con los problemas difíciles que hay en la Palabra de Dios, y el intelecto se despertará cabalmente para producir, no discursos inferiores, sino los que serán refrescantes y edificantes, y serán expuestos con el ardor de una mente activa.
Los siervos de Cristo deben alcanzar la norma más elevada. Son educadores y deben estar completamente versados en las Escrituras... El estudio de la Biblia pone a prueba la mente del obrero, fortalece la memoria, y agudiza el intelecto más que el estudio de todos los asuntos que abarca la filosofía. La Biblia contiene la única verdad que purifica el alma, y es el mejor libro para la cultura intelectual. La sencillez dignificada con la cual trata doctrinas importantes es precisamente lo que necesita cada joven y cada obrero que trabaja para Cristo, para enseñarle cómo debe presentar los misterios de la salvación a los que están en tinieblas.—The Review and Herald, 8 de diciembre de 1885.
Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan. No añadas a sus palabras para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso. Proverbios 30:5, 6.
Nuestra carga ahora es convencer a las almas de la verdad. Eso se puede hacer mejor mediante esfuerzos personales, llevando la verdad a sus casas, orando con ellos y abriendo ante ellos las Escrituras.
Todos los que se dedican a esta labor personal, como así también el ministro que predica la Palabra, deben tener mucho cuidado de no volverse mecánicos en su manera de obrar. Deben aprender constantemente. Deben tener un celo concienzudo por poseer las calificaciones más elevadas, para llegar a ser capaces en las Escrituras... Deben cultivar hábitos de actividad mental y dedicarse especialmente a la oración y al estudio diligente de las Escrituras. Muchos son culpables de deficiencias en este punto. Las demandas de Dios sobre ellos no son pequeñas. Pero están contentos con el entendimiento limitado que tienen de las Escrituras, y no tratan de mejorar ni la mente ni los hábitos.
Cada línea de la historia profética, cada lección práctica dada por Cristo, debería estudiarse cuidadosamente para que no sean hallados faltos en alguna cosa. La mente gana en fuerza, anchura y agudeza por medio del ejercicio activo. Tiene que trabajar o se debilitará. Debe acostumbrarse a pensar, a pensar en forma habitual, o en gran medida perderá la facultad de hacerlo. Que la mente luche con los problemas difíciles que hay en la Palabra de Dios, y el intelecto se despertará cabalmente para producir, no discursos inferiores, sino los que serán refrescantes y edificantes, y serán expuestos con el ardor de una mente activa.
Los siervos de Cristo deben alcanzar la norma más elevada. Son educadores y deben estar completamente versados en las Escrituras... El estudio de la Biblia pone a prueba la mente del obrero, fortalece la memoria, y agudiza el intelecto más que el estudio de todos los asuntos que abarca la filosofía. La Biblia contiene la única verdad que purifica el alma, y es el mejor libro para la cultura intelectual. La sencillez dignificada con la cual trata doctrinas importantes es precisamente lo que necesita cada joven y cada obrero que trabaja para Cristo, para enseñarle cómo debe presentar los misterios de la salvación a los que están en tinieblas.—The Review and Herald, 8 de diciembre de 1885.
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